Acaba de cumplir setenta años la licenciada en Ciencias de la Educación y licenciada en Filosofía por la Universidad Católica de Córdoba Mirtha Flaherty de Bravo. Para nosotros siempre fue “la Profe”, para los más cercanos “la Gallega”, una de esas personas que enseñaba el humanismo dentro y fuera de las aulas. Tal vez, más que enseñarlo lo sembraba en cada uno de nosotros para que germinara poquito a poco con el tiempo.
Nos parece verla por aquellos pasillos que formaban las aulas viejas, de un amarillo desteñido, en la casa de Antonio Sobral que era “el Cole”.
Fue precisamente bajo la dirección del educador por excelencia de la ciudad que formó un auténtico equipo de educadores que alzaron con saberes a varias generaciones de alumnos entre los años 1961, el de su ingreso, hasta 1993, cuando se jubiló. Adalbo Cicottino, Mario Agoglia, Juan Espíndola, Juan Juan, Eduardo Marzolla... y otros extraordinarios docentes formaron parte de esa elite forjada por Sobral. Desde ese sitial de preferencia, se convirtió luego en formadora de docentes.
La relación con ella nunca terminaba en el aula, sino que se extendía a través de los viajes de estudio y de proyecto, en los cuales se convertía en una compañera más, que imponía respeto.
Sabemos que actualmente despunta el “vicio” como asesora en tésis para alumnos universitarios, aunque el tiempo más valioso es el que dedica a su esposo Héctor, sus hijos Daniel y Pablo, y sus cinco nietos.
Mirtha, nada ha sido en vano. Recordamos aquellos días y desde allá te abrazamos con nuestro afecto.
Tus alumnos
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