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Mulinetti dando cátedra. Un instante de silencio... |
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Escribe: Miguel Sponer (*)
Fue en una calurosa tarde del domingo 23 de octubre de 1983, cuando el agua del Ctalamochita (por entonces río Tercero) que tanto conocías y querías, traicioneramente, te bebió la vida. Los motivos que te llevaron a arrojarte al caudal, ya son casi tristemente anecdóticos. De aquel momento pasaron 25 años, aunque todavía por ahí podamos sentir que emerge de esas aguas tu imagen que aparece “braceando” para llegar a la orilla. Tal vez porque no te fuiste nunca. Quizás porque diste demasiado a la comunidad para que el olvido te toque. Todavía las letras de molde nos golpean: “Falleció en acto de servicio el primer jefe de Bomberos Voluntarios”.
Vos no podías morir en ese lugar que conocías como nadie. Que a tantos nos enseñaste de lo peligroso que por momentos se volvía. Allí demostraste tus condiciones y nos las transmitiste a la hora del rescate. Una y mil veces nos preguntaron si dudaste al saber que dos jóvenes estaban en peligro. Ni un segundo. Es comprensible: habías nacido para ser bombero voluntario y a tu juramento lo llevaste a la acción, sin consultas, sin dudar. Era tu sangre. Llevabas sobre tu anatomía el singular estigma de los hombres sin límites a la hora de demostrar el sentido del arrojo y la valentía. Aquel axioma de que los hombres pasan y las instituciones quedan, con vos encuentran un aditamento, que nos dice que hay hombres que permanecen en las instituciones a través de su ejemplo, creciendo desde el interior; hombres que saben que la palabra “compromiso” no tiene sinónimo y que “claudicación” no es siquiera una posibilidad.
No estoy seguro si te gustaría que te nombráramos héroe. Tal vez nos responderías con esa voz de ronquera infinita con algunas de tus ocurrentes respuestas; lo que no dudo es el orgullo que sentirás al saber que dos de tus hijos siguieron tus pasos. Llevan tu sangre, tu vocación.
Es frecuente encontrar a aspirantes preguntando por vos dentro del Cuerpo; allí recorren tu vida dispuesta en imágenes imperturbables en las paredes del Cuartel. Allí estás junto con tu querido Bautista Gianninetto, Alfredo Angeli, Enrique Massetti, Bartolo Demarchi, Santos Galoni, Tito Borghi, tu maestro don Juan Aguirre, José Felipe, Isaac Cohen y tantos más.
Vos “Mula” habitás en quienes respiramos ese aire de fuego y agua. Gozás del más profundo reconocimiento por todo lo que nos diste, lo que no enseñaste, el valor del servicio y el sentido de la entrega. Tu muerte fue una circunstancia dolorosa, una bofetada inmerecida; pero estas improntas estaban en tu agenda. En la agenda de todo bombero. Te fuiste y nos dejaste el orgullo de que Villa María haya tenido uno de los servidores públicos más reconocidos en el orden nacional.
Los diferentes no tienen olvido. Sí llantos sueltos y otros, contenidos. El recuerdo de todos los que formamos parte de tu tropa, de los que aprendimos que ser bombero es también encontrar a la muerte que se hunde en el pecho.
Hoy, seguro que a las cuatro de la tarde, por unos segundos, nos va a faltar el aire y se nos inundarán los ojos. La sirena nos penetrará desde el interior… Habrán pasado 25 años y estarás presente, como siempre.
Y seguiremos convencidos de que algún día volverás…
Hasta ese entonces, “Jefe”.
(*) Bombero voluntario
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