La leche se transformó en la commodity agropecuaria más volátil, seguida por los granos forrajeros. “Sin embargo, pese al riesgo, las oportunidades potenciales que encierra el mercado mundial son enormes”, expresó Torsten Hemme, presidente de la International Farm Comparison Network de Alemania.
En su opinión, las proyecciones para los próximos 15 años son "sumamente alentadoras". En ese lapso, la población mundial pasará de 6.800 a 7.800 millones de personas, y el consumo de lácteos, de las 700 millones de toneladas actuales, saltará a unos 900 millones. Eso implicará 200 millones de toneladas adicionales. “La Argentina produce anualmente diez millones de toneladas, imagínense lo que las cifras mencionadas podrían significar si sólo capturan una pequeña parte de ese crecimiento”, dijo.
Al analizar la industria láctea mundial (es decir, las empresas procesadoras), se observa que el mayor procesador demanda el 3% de la leche destinada a la industria. Y las principales 21 empresas del mundo reciben el 24% del volumen total. En síntesis, se trata de un mercado bastante atomizado.
La competitividad futura dependerá, en gran parte, de la posibilidad de mantener costos de producción relativamente bajos. En ese sentido, la Argentina ocupa un lugar destacado. Entre los años 2000 y 2009 los costos de producción láctea en la Argentina oscilaron entre los 20 y los 28 dólares por cada 100 kilos.
En Brasil, estuvo entre 15 y 30 dólares (100% de diferencia entre el mínimo y el máximo), y en Nueva Zelanda, entre 12 y 35 dólares. Es decir, en la Argentina las variaciones fueron menores. Y si bien el costo mínimo fue el mayor de los tres países (20 dólares, contra 12 de Nueva Zelanda y 15 de Brasil), el costo máximo de producción fue el menor (28 dólares, contra 30 y 35 respectivamente).
A nivel global, la producción láctea se genera a través de una gran cantidad de pequeñas empresas familiares. En todo el mundo hay 145 millones de tambos y cerca de mil millones de personas viven de esa actividad.
Los costos seguirán subiendo. Medido en dólares, el precio de las tierras cultivables, en los últimos 10 años, aumentó entre 250% y 300%, según explicó Sergio García, director de la Dairy Research Foundation de la Universidad de Sydney, Australia. El precio de la urea registra también una evolución abrupta y hay una tendencia al incremento en los precios de todos los insumos. Esto lleva a la lechería a dos alternativas posibles: producir en tierras más baratas (una opción interesante, pero no es sencilla), en todo caso podría ser adecuada para quienes apuntan a una estrategia de largo plazo; por otra parte, hay que considerar que “el día que se logren obtener producciones lecheras eficientes en zonas marginales, el costo de la tierra tenderá a aumentar automáticamente”, expresó el disertante. Ser más eficientes y producir más en las zonas tradicionales (la más indicada).
¿Qué características comunes tienen los tambos más eficientes? García comparó a los mejores tambos de Chile, Australia y Nueva Zelanda, y observó dos factores comunes a todos ellos: menores costos de producción y mayor cantidad de litros de leche por hectárea. Aunque conviene recordar que obtener más leche no significa necesariamente ser más rentable. “Es peligroso intensificar la producción sin aumentar su eficiencia”, aclaró.
Palabra clave. Durante el Siglo XX, los ingresos de los países desarrollados se multiplicaron por cinco. Se podría creer que el factor clave de este fenómeno fue la acumulación de capital. Sin embargo, según algunos estudios, la misma explica alrededor del 40% de este crecimiento. ¿Qué impulsó al 60% restante? Marcos Gallacher, profesor de Economía y Organización Empresaria de la Universidad del CEMA, intentó responder a esta pregunta: “El crecimiento mencionado tuvo que ver con dos factores clave: La eficiencia y el conocimiento”.
Definió a la eficiencia técnica como “el cociente entre la producción real y la producción potencial”. Cuanto menor es la eficiencia, mayores son los costos productivos.
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