Escribe: Pepo Garay
(Especial para EL DIARIO)
Se llama Chalé Scopinaro, aunque de seguro son pocos quienes lo conocen por el nombre. Es esa casa grande, majestuosa y señorial, ubicada en la esquina de Lisandro de la Torre y San Juan. Ahora sí. Cómo no caer en cuenta. Si no hay villamariense que deje de sentirse estimulado al observarla entre el tránsito. Tiene todo para que así sea.
Su historia
La mansión nació del antojo del empresario del cemento Juan Minetti, pero fue el arquitecto Dante Ortolani quien gestó tan maravillosa estructura.
Minetti quería que el regalo de bodas de su hija María, futura esposa del doctor Scopinaro, fuera exuberante. Y así se hizo. Ortolani comenzó a trabajar los planos en el año 1930, delineando la magia que luego se corporizaría en cemento. El oriundo de Urbino, Italia, se encontraba en nuestra ciudad al momento del encargo, restaurando algunos edificios deteriorados por el paso del ciclón de 1928 (como la Catedral y el colegio San Antonio).
Aunque la mayoría de los materiales que conforman la obra son de origen nacional, las aberturas y terminaciones fueron traídas especialmente desde el extranjero. Lo mismo que los accesorios eléctricos, de calefacción y de plomería. Esta particularidad, demandó la participación de albañiles foráneos para su montaje. La construcción finalizó en 1934.
En 1943, el Chalé fue adquirido por Ana Travel Santos, quien se mantuvo ausente de la ciudad por un largo período. En ese lapso, tuvo varios usos comerciales, hasta el regreso de doña Ana, en 1983. La señora falleció en 2000, llevándose con ella buena parte de la mística del lugar.
Signo normando
De marcado estilo normando, el Chalé es un verdadero deleite. Compendio de formas múltiples, que se desenvuelven con libertad por las diferentes alas. El techo principal es a dos aguas, con tejas y un marco de curiosa ondulación. Similares características tiene el que da sobre calle San Juan, que determina los límites de la mansión. Ambos cuentan con chimenea, elemento que más allá de sus usos prácticos, sirve muy bien al decorado. Las ventanas se reparten por doquier, tanto en las dos plantas principales, como en la tercera y hasta en la buhardilla. La diversidad de tamaños y estilos de cada pieza, dotan al conjunto de extravagancia y originalidad.
Por otro lado, destacan los dos balcones principales, uno en el primer piso y el restante en el segundo. En este último sobresale el diseño de las barandas. También dan la nota el marco de la entrada, y la forma en que el color bordó baña de identidad al conjunto. Buena forma de marcar contraste con la mayoría beige.
Pero para mejor disfrutar del Chalé Scopinaro, conviene abordarlo con una mirada total. Y en esa gestáltica, apreciar lo fabuloso del cuadro, y su diversidad de contenido. Menuda construcción. Acaso, quizás, tal vez, la más bella de Villa María.
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