Escribe: El Peregrino Impertinente
Los rumanos son como 22 millones, y en su mayoría nacieron en Rumania. Si hubieran nacido en Bulgaria, se les hubiera enquilombado la cosa. Pero Dios, que está en todas, les ahorró el trámite y las esperas del Registro Civil. Así, pueden andar jocosos por la vida diciendo que son de la tierra de Nadia Comaneci, los automóviles Dacia y el conde Drácula. Esta última asociación ha llevado a varios científicos a determinar una conexión intrínseca entre aquel país del oriente europeo y la Argentina. La relación viene a partir del éxito alcanzado en nuestro suelo por el grupo Vilma Palma e Vampiros.
Debido a la delicada situación económica en el este del viejo continente, muchos rumanos se vieron forzados a emigrar. Y España se convirtió en uno de los destinos más populares para iniciar una nueva vida. Apenas llegaron no entendían nada. Viendo una corrida de toros, quedaban indignados. ¿Cómo podía ser que actuaran con tal desprecio con los pobres animales? Pero con el tiempo aceptaron la práctica, y hasta les pareció de lo más lógica. Como inmigrantes de países tercermundistas, comprendieron que el maltrato no sólo se reservaba a los seres de cuatro patas.
Una vez, estando en la terminal de colectivos de Valencia, España, pude constatar con mis propios ojos la realidad de los hijos de Rumania en el extranjero. Aunque son muchos los que logran prosperar, buena parte se queda afuera de la fiesta. Ahí estaban, decenas de ellos, amotinados en bancos y suelo. Supe que algunos iban a buscar suerte al campo, otros a diferentes ciudades, otros no tenían ni rumbo. Sentí lastima por ese pueblo renegado, muy ligado a la cultura gitana. Me puse a charlar con uno de ellos, quien al reconocer mi origen vociferó: “Ah, argentino. Me acuerdo cuando le ganamos 3-1 en los cuartos de final del Mundial ‘94. Lindo baile se comieron, eh”. Qué manga de garcas, estos rumanos.
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