Escribe: Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
Mil habitantes. Apenas municipio. Ni arroyos tiene. Pero qué lindo que es. A Los Cocos, en el norte del Valle de Punilla, no le hace falta ningún maquillaje para despertar la admiración. Simple, espontáneo, sencillo. Defínalo como quiera. Lo cierto es que sin brillos ni luces, el pueblo representa satisfacción. La del viajero y su curiosidad, que escalan un poquito hacia el este, desviándose de la ruta principal. De premio, se cruzan con lo serrano en estado puro.
La localidad, en rigor, discurre en función a una calle. A los costados, algunas arterias tímidas completan el entramado urbano. Y ya. La avenida costanera, con subidas y bajadas, es la que marca la fisonomía. La municipalidad, el club, el correo y la Policía, todo se desenvuelve ahí. Ante la carencia de una plaza central (apenas hay una pequeña explanada en la intersección con calle Los Tulipanes) las diferentes dependencias se fueron acomodando donde pudieron. Igual que las casonas de estilo antiguo, hoy convertidas en negocios. Algunas se volvieron almacén. Otras tiendas. Un par son casas de comidas. Todas conservan una mística arcaica, como si el tiempo les hubiera pasado de lado.
Esa sensación es la que se lleva la visita al recorrer la largura de la avenida. Los rasgos generales son de épocas viejas, de nostalgia y recuerdos. Las siestas vienen con postales desérticas. Una señora que barre la vereda. Los chicos que esperan el colectivo para ir al colegio. Ruido de pajaritos. Y en medio de esa desolación, el deleite. Extraña forma de sentirse dichoso.
Levantar la cabeza es cruzarse con las imágenes de los cerros en verde (o en blanco, si la nieve toca la puerta). Dominando el repertorio, El Camello (1.660 metros de altura sobre el nivel del mar) y el Cabeza de Soldado (1.440), llaman la mirada. La caminata con rumbo a las cimas va con rayos de sol que embellecen aún más, si cabe, un cuadro pintoresco hasta en su esencia. En la cúspide de El Camello, destaca El Mástil, un monolito de 31 metros que es símbolo de la localidad. Pero más aún lo hacen las increíbles vistas del valle que desde allí se obtienen.
Entre las actividades culturales para realizar, figura la visita al Museo La Loma (mansión construida en 1918), a la plantación de frambuesas “Reina Mora”, y a sitios religiosos como la Capilla Santa Teresita del Niño Jesús, la Capilla Nuestra Señora de Betharram y el Monasterio Sui Iuris.
El costado “marketinero”
Después, subiendo en dirección hacia el municipio de La Cumbre, aparece el costado “marketinero” de Los Cocos. Ambiente maquillado y de sabor artificial, muy diferente al sector donde moran los parroquianos. En el límite de la comarca, tres emprendimientos acaparan la atención: el complejo de aerosillas, el parque de diversiones y el parque El Descanso (hogar de diferentes paseos y del célebre laberinto de ligustros). En las adyacencias, alimentados por el movimiento, pululan restaurantes, tiendas de recuerdos y alfajores. Un sitio bien completo. Pertrechado y acomodado para el disfrute del turismo.
Abajo queda la otra cara del pueblo, la que no necesita carteles ni folletos. Cada uno elegirá la que más le guste.
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