Por culpa de las cenizas su avión debió aterrizar en la ciudad de Rosario. Hasta allí debió ir a buscarlo el productor de la función en auto, aunque al llegar allí las estaciones de servicio no le vendían combustible. Tras unos veinte minutos de retraso y la velada a poco de empezar, el sonido se enmudeció y las luces de la sala se apagaron al unísono.
"El universo quiere que yo no dé esta charla en Villa María, pero la voy a dar igual", exclamó en sorna el licenciado Gabriel Rolón (foto), ante un auditorio que se hallaba plenamente a oscuras.
A pesar de tales inconvenientes, el reconocido psicoanalista se brindó ante el público -reducido, que no llegó a ocupar la mitad de la sala- con quien configuró un diálogo abierto y descontracturado. La apertura de la función estuvo a cargo del histriónico actor Carlos Nieto, quien primero en voz en off y luego ingresando por el pasillo central desde el fondo, interpretaba a un paciente con múltiples tics traumáticos cuya simpática obsesión era hacerse pasar por Rolón. Más tarde, Nieto recogería las preguntas de la audiencia e intervendría con chascarrillos que descomprimían las reflexiones del autor de "Historias de diván" y la novela "Los padecientes".
El profesional abordó el tema de los celos, la infidelidad, la ansiedad y la sexualidad, entre otras temáticas, partiendo desde una concepción consensuada del amor y sus etapas. "Más que un punto de partida es un punto de llegada. Por eso el amor a primera vista existe, pero tres años después", indicó. Como una emoción resignificada con el tiempo, el proceso inicia con el enamoramiento (o la ilusión, donde se deposita todo el amor en la persona amada), continúa con la desilusión (la recuperación del amor propio y la emergencia de detalles que disgustan de la pareja) y el amor propiamente dicho, cuando se superan esas barreras y esos disgustos se negocian pero no lastiman.
En tal sentido deslizó frases como: "El amor incondicional es señal de enfermedad", "el celoso siempre está en la primera etapa, sobrevalora a los demás y no tiene autoestima", "los celos y el amor no necesariamente deben ir de la mano, aunque debe existir un mínimo para mimar al otro" y "el amor y el deseo no son lo mismo; el primero es la totalidad maravillada del enamorado y el segundo es la degradación carnal”.
Por ello, advirtió: "Uno puede satisfacer sus deseos y sus fantasías con quien sea, pero tiene que saber qué costos conlleva esa decisión", hablando, sin juicios morales ni tapujos, sobre la infidelidad. Por ello, con total solvencia, el psicólogo concluyó: “En el amor no hay garantías”.
En este pasaje, Rolón aprovechó para enfatizar la responsabilidad de las actitudes propias: “Cuando se dice ‘aquel se merece que lo dejes en la calle’, es uno el que no merece hacer eso. Igual cuando se pide la pena de muerte, es nuestra sociedad la que no se merece convertirse en asesina”.
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