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El intendente de Villa Nueva Guillermo Cavagnero obtuvo una aplastante victoria y logró la reelección por cuatro años más.
La onda expansiva de Villa María cruzó el Ctalamochita en el primer domingo de julio. El radicalismo no supo ni pudo captar la atención del electorado y quedó segundo a más de veinte puntos de diferencia


Las abrumadoras victorias de Eduardo Accastello en Villa María y Guillermo Cavagnero en Villa Nueva tienen diversas lecturas y un hilo conductor: gestiones aprobadas por el ciudadano y llevadas adelante de la mano del Gobierno nacional.

Los triunfos con tan marcada diferencia no se discuten, sí dejan una significativa estela para que la oposición ponga sobre el tapete los pecados cometidos en los últimos años.
Si se comparan los resultados de 2007 con 2011 podemos hablar de votos perdidos de los unos y ganados de los otros.
Sin embargo, la política no es matemática pura y esa es, tal vez, la mayor confusión de un radicalismo que no pudo, ni supo, entender las señales de este nuevo siglo.
De un partido centenario que se quedó atrapado en las luces de antaño, de tiempos felices en donde era normal decir: “Villa María es radical, Córdoba es radical” y trasladar las culpas de las derrotas a determinados nombres.
El radicalismo ha sido en las dos ciudades principales del departamento, el mayor derrotado.

Sin duda, a la luz de los resultados de las urnas, los partidos no seducen sólo con su escudo, el ciudadano se inclina por determinados liderazgos que pueden ser de corta, mediana o larga duración.
Hoy, esos líderes tienen nombre y apellido y concentran en su espacio a sectores partidarios de raíces similares o diferentes.
La ideología con toda su pureza y su causa ha perdido protagonismo bajo la sombra de lo que pasó a denominarse “proyecto o modelo”.

Y en este aspecto está la principal incógnita: ¿Cuál es el proyecto o el modelo de la oposición?
No alcanza con la denuncia constante, no es suficiente con la defensa de la honestidad y la ética (valores imprescindibles), no basta con una plataforma llena de promesas interesantes. La gente necesita hechos concretos. Y el oficialismo de las dos orillas los brindó, captó la señal y habló el lenguaje de este siglo.

Es imposible analizar los triunfos de los dos intendentes reelectos remitiéndonos únicamente a los votos perdidos y ganados.
Los escenarios son diferentes. En 2007, Accastello volvió a ponerse el traje de jefe comunal después de un fallido intento en que se calzó las zapatillas de gobernador y terminó bajándose de la interna. Llegó a la ciudad desde una banca en el Congreso de la Nación, enfrentado con Juan Schiaretti, con el peronismo dividido por la rebeldía de Raúl Costa y la pelea fue dura. La gente buscaba un cambio.
Ganó ajustadamente y se sentó en el Sillón de Viñas con la lección aprendida: la necesidad de ser un profeta indiscutible en su tierra para poder aspirar, cuando sea el tiempo, a ser la autoridad máxima a nivel provincial.
Apostó a Guillermo Cavagnero en Villa Nueva y no se equivocó.
Y el año 2011 lo encontró en la escena que él mismo montó tabla por tabla: en sintonía absoluta con la presidenta (con un alto grado de popularidad) y “cambiando” la cara de la ciudad con grandes obras.
Un escenario con adversarios que pretendieron buscar su talón de Aquiles en los barrios y no lo encontraron.
Con un gran olfato se jugó por los Kirchner en el peor momento: el conflicto con el campo. Podría haber sido su derrota, fue su triunfo.
Una victoria que se palpaba en las calles los días previos, en medio de una campaña que no llegó a captar la atención de gran parte de los vecinos.
En 2011, la mayoría no estuvo (así lo demostró en las urnas) interesada en un cambio de los gobiernos locales. Una diferencia que no está relacionada con las matemáticas sino con determinada lógica ilógica (a veces) del arte de la política.

En 2011, a la oposición le faltó liderazgos y mensajes claros para atraer a ese electorado llamado “independiente” que es, en definitiva, quien inclina la balanza para un lado u otro.
Hoy, los dirigentes de origen peronista, en Villa María, se quedaron con más del 75% de los votos.
Una fuerte señal que los referentes de la Unión Cívica Radical tendrán que captar si desean regresar al poder que ostentaron desde 1983 a 1999.

¿Los resultados de Villa María y Villa Nueva pueden trasladarse a las elecciones provinciales?
Es otro libreto pero con ciertas coincidencias. El radicalismo también tiene problemas para ocupar el centro de las elecciones provinciales que hoy muestra a dos hombres peronistas con fuertes liderazgos: Luis Juez y José Manuel de la Sota.
El 7 de agosto, veremos por donde se expande la onda.


CLASIFICADOS

“Estoy convencido que vas a ser el mejor intendente y el más transformador de todos los tiempos en esta ciudad.”
Eduardo Accastello a Guillermo Cavagnero

“Me hago absoluto responsable de la derrota.”
Germán Bicego,
candidato de la UCR

“El aparato oficialista se vio desplegado en su máxima expresión. No podemos competir contra eso.”
Manuel Argüello, candidato del Frente Cívico

“Tengo la convicción y las ganas de seguir adelante.”
Fabiana Ríos, reelecta gobernadora de Tierra del Fuego


“Ahora es muy fácil estar con la presidenta (Cristina) pero cuando nadie la quería nosotros también estábamos
con ella.”

Guillermo Cavagnero