Escribe: El Peregrino Impertinente
Hay cosas medio raras en Chilecito. Camino a la primera estación del famoso cablecarril de la mina La Mexicana, en las afueras de la ciudad riojana, el viajero se encuentra con un espectáculo llamativo: la confluencia de dos ríos de colores diferentes. Uno marrón claro, otro celeste. Juntos forman una especie de río bipolar, con doble personalidad. Igual que Batman y Bruno Díaz, Robin y Ricardo Tapia o El Zorro y el guaso que se disfrazaba de El Zorro y andaba con el mudo ese.
Más allá de las comparaciones, que siempre son odiosas (pregúntele a Gustavo Barros Schelotto si no), el lugar es fantástico. Ver esa súbita mezcla de tonalidades, con el telón montañoso de fondo… da ganas de largar todo y ponerse un barcito en la playa, para con eso juntar plata y hacerse una cabaña al lado del río de dos colores.
Pero como si eso fuera poco, los alrededores del lugar traen más sorpresas para repartir. No, no estoy hablando de un arbusto que canta ni de un kirchnerista que no dice las palabras “nacional y popular” cada 15 segundos. Lo llamativo está en un par de carteles que cuelgan de la entrada de un camping-club perdido en la zona. “Prohibido el ingreso de perros”, reza el primero. “Prohibido el ingreso de personas en estado de ebriedad”, indica el segundo. Cuando la paisanada viene pasada de copas, se confunde: “Prohibido el ingreso de perros en estado de ebriedad”, lee simplificando don Cosme, que venía medio enturbiado. “Menos mal que soy humanísimo”, piensa en voz alta y se manda.
Imagínese la confusión del pobre viejo cuando, tras ser echado a los patadones del club, se encuentra con la unión del río marrón claro con el celeste. “Cosa e’ mandinga”, teoriza. Los religiosos de Chilecito, en cambio, aseguran que es “Cosa e’ Dios”.
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