Escribe: JUAN MANUEL GORNO
(enviado especial)

Las definiciones de Jadson, Santa Cruz y Fred, la jugada excepcional que terminó con Villar ahogándole el grito a Pato y la corrida de Estigarribia para gestar el primer gol paraguayo. Esto y una pizca de inspiración individual (sólo eso) aparecieron como una gota de agua en la mucha sed de fútbol que sobró en el estadio Mario Kempes. Poco para darle relieve a esta Copa América carente de espectáculo en el rectángulo de juego, donde las grandes figuras todavía asoman como virtuales.
Dani Alves, considerado el mejor lateral del mundo, marcó esta tendencia de estrellas estrelladas cuando fue desbordado en el primer gol de Paraguay y, de no creer, perdió la pelota en el área en el segundo.
Neymar, el pibe que hizo del Santos el mejor de América, se retiró silbado por todo el estadio. Pato, goleador del campeón Milan de Italia, no supo definir ante Villar dos veces. Lucio, estandarte del Inter, pareció un novato.
El tema es que Brasil, como Argentina, anda con anemia de estilo de juego. Por eso estuvo a punto del ridículo y apenas salvó la ropa con el remate esquinado de Fred, a poco del final. Mientras, sus “torcedores” ni siquiera se dieron ánimo para cantar, anduvieron cabizbajos y pidieron constantemente por Lucas (jugador del Santos), cual si fuera Pelé en sus mejores tiempos. Otro reflejo de la crisis de su selección.
Paraguay no hizo más que lo de siempre: dar batalla, ordenarse atrás, apostar al potencial de sus delanteros, aunque tuvo mayor apoyo de sus hinchas (coparon toda la nueva tribuna), entre quienes se encontraba la exuberante Larissa Riquelme, embajadora de su pasión y atracción visual para todos aquellos que pagaron la entrada para no ver fútbol.
De todas maneras, lo que más brilló fue el día (por primera vez el frío no se hizo sentir en el certamen), además del renovado estadio Mario Kempes, hermoso y moderno. Un motivo de orgullo cordobés.