Sábado por la tarde. Minutos faltaban para que jugara Argentina contra Uruguay (por razones obvias, mejor no recordemos el resultado final).
En el Salón de los Deportes estaba por comenzar a desarrollarse el Tercer Encuentro de Hip Hop, Rap y Reggaetón, impensado años atrás dentro del circuito de opciones artísticas y recreativas. A fuerza de una insistente penetración cultural de prácticas norteamericanas y una cada vez más amplia aceptación y fusión de diversos ritmos y modalidades de uso y consumo de músicas extranjeras (como lo fuera un lustro atrás el “boom” de las danzas árabes tras el advenimiento de Shakira), se puede entender este fenómeno. Como la emergencia de academias que enseñan el inoxidable “break dance”, de jóvenes que ejercitan el imbricado arte del “freestyle” (o líricas urbanas en rima y con dosis de espontaneidad como los locales Mantis Estilos y El Discípulo de la Rima), que unos chicos se enganchen con el reggaetón (o la versión latina e identitaria del hip hop) o que el mismo municipio, a través de su Secretaría de Desarrollo Humano dicte un taller para “hiphoperos” en los barrios, como experiencia pedagógica y comunitaria en pos de una mejor convivencia. La velada, en rigor, que contara con un considerable marco de público, fue condimentada con las expresiones de Punto VM, The B`Boys of Street, OzetaBoblei, Gabo MC, 4 Elementos, Nudillos MC, Jota B y la academia Dance Club.