Un arsenal de recuerdos. Un túnel hacia el pasado. Un viaje con destino a ayer. Todo eso es el Museo de Ramos Generales, “El Museo” de la Villa. Baluarte de nuestra cultura, que permite volver cien años atrás, para descubrir cómo era la vida a principios del Siglo XX.
El emprendimiento, ubicado en calle José Ingenieros al 160, se divide en diferentes espacios, cada uno representando un ambiente en particular de aquellas épocas doradas. Dos pisos repletos de reliquias y elementos antiguos, que ya mismo comenzamos a recorrer.

Planta baja
Ni bien penetra el umbral, el visitante comienza a experimentar la travesía en el tiempo. La mismísima boletería adquiere facciones antiguas, transmitiendo identidad desde el principio. Pero en rigor, la primera sala es el Almacén de Ramos Generales, lugar en el cual, según los dueños de la colección “se podía comprar desde un alfiler hasta un carruaje”. Réplica de aquellos célebres bazares, cuenta con cada uno de los elementos usados entonces. El sólo mostrador ya alcanza para ambientarnos. Aunque la presencia de los alimentos, vitrinas, carameleras, carteles y hasta la vestimenta del “almacenero” juegan asimismo un rol importante a la hora de forjar fantasías.
Después, tras surcar el patio y su fuente de los deseos, aparece la herrería, donde se pueden apreciar distintas herramientas utilizadas en los comienzos de 1900. Pegado y dominando la última parte del edificio, El garage acumula suspiros. Destacan el tractor y los autos antiguos, acaso las joyas más valiosas del museo. Completan el escenario el sector de la maquinaria agrícola y la estación de ferrocarril.
Todavía en la planta inferior, sobresalen a su vez el cine (donde actualmente se proyectan vídeos), el bar, la farmacia, la cooperativa y banco, la boutique de damas, la sastrería de hombres, el bazar francés, la tienda de diarios y revistas y la peluquería. Este último configura un punto vital del recorrido, por el ascendente que tales locales supieron tener en la sociedad argentina. Entonces, la prolijidad era tan importante en los modales como en la apariencia de hombres y mujeres. Un espacio para la coquetería y la reunión social.

Planta alta
Escaleras arriba, nos topamos con La Oficina de Correos, habitación también elaborada según los parámetros de la época. El resto del piso está ocupado por recintos que grafican cómo eran las viviendas en los tiempos viejos. Cada una logra su cometido, a partir de amoblamientos originales y una multiplicidad de objetos que crean clima. Conforman el itinerario el dormitorio matrimonial, el dormitorio de niños (notable atractivo proporciona el repertorio de muñecos y muñecas), la cocina, el comedor y la sala de estar. Desde la fonola y los cubiertos, hasta la salamandra y la bañadera, todos los elementos son joyas de colección.
Con la inspección concluida, nos vamos por donde vinimos. Volvemos al futuro, con el espíritu lleno de pasado.