Escribe Silvina Scaglia, Lic. en Nutrición
El tomate ya no sabe ni huele como antes. Los duraznos y las ciruelas, tampoco. El amarillo de las yemas de los huevos empalideció. El pollo se tornó insípido. Y la carne está más tierna pero más grasosa.¿Qué pasó con la comida? ¿Por qué ya no es lo que era? Si bien las explicaciones tienen que ver con la modernidad, la tecnología y los avances científicos, para empezar a responder estas preguntas hay que remontarse más de un siglo atrás. En ese entonces, la gente vivía en el campo o en las cercanías. Los alimentos estaban al alcance de la mano: eran frescos, tenían color, gusto, aroma. Igual eso no significaba que fueran tan sanos ni tan seguros. Con el crecimiento de las ciudades se generó el problema de la alimentación del hombre urbano, ya que las distancias entre las zonas productoras y los consumidores comenzaron a ser mayores. La cantidad de habitantes se triplicó, la comida pasó a ser un tema industrial, y así ante la necesidad de una producción en masa, los alimentos fueron perdiendo algunas de sus características originales. Pero si bien los alimentos de hoy no saben como antes, esto no significa que hayan perdido nutrientes. La manipulación genética logró alimentos más resistentes a plagas, al clima, al tiempo. Pierden sabor pero no nutrientes. Son seguros, baratos y permiten alimentar a millones de personas.
La gente hoy come lo mismo que hace cien años. Lo que cambió es que hay más variedad y presentaciones de cada producto. Esto facilitó el consumo y abarató costos. Pero la demanda de la gente impone recuperar viejos sabores, que es el próximo objetivo de la tecnología aplicada a la alimentación. Habrá que esperar.
Hasta la próxima...
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