Si por algo se caracterizan las tesis universitarias, es por haber sido concebidas para “agradar y convencer” al tribunal que las juzga, sin pensar en ese otro público más amplio que es el mundo. De ahí que esos trabajos no suelan tener mayor relevancia una vez sacados del ámbito académico. Pero nada de eso pasó con el trabajo final de las alumnas Carolina Segre y María Eugenia Fiorenza. No sólo sucedió que muchos docentes las alentaron a presentar el vídeo en festivales, sino que colegas y especialistas coincidieron en que “Ovo” trascendía la pasividad de los sillones académicos pidiendo cancha en las inquietas butacas de los cineclubes. Esto se debía no sólo a la rareza del material, sino a la inusual calidad narrativa y plástica de una disciplina sin especialidad en Villa María: la animación.
Por eso la primera pregunta que le hago a Carolina tiene que ver con la elección del género elegido.
“Con Geni siempre nos gustó el diseño gráfico y el dibujo. Y si bien nos encantaba contar con imágenes, los primeros años no estábamos muy enganchadas con la carrera. Hasta que encontramos la animación y fue la gloria. Nos dimos cuenta de que eso era lo que queríamos hacer. Rodar o hacer televisión no era lo nuestro. Sí la animación porque era una forma mucho más íntima y artesanal de hacer cine. Cuando rodás, tenés este pasto, este cielo, este set, estos actores. En cambio en la animación sos vos quien tiene que dibujar el cielo, el pasto, los personajes”, comenta la flamante licenciada.
Sin embargo la animación no llegó por azar a la vida de Carolina y María Eugenia, sino que en la facultad había una materia optativa dictada por el profesor Alejandro González, quien además de docente de la UNVM dirige el “Anima”, festival internacional de esta disciplina que se lleva a cabo en Córdoba cada dos años.
“Cursamos dos veces la materia y aprendimos un montón. A tal punto que lo elegimos a Alejandro para que nos dirija nuestra tesis”, dice Carolina. “Cuando le contamos que queríamos hacer un corto animado, nos dijo que era una locura, que nos faltaba aprender muchas más cosas todavía. Pero nosotras queríamos tener ese desafío, embarcarnos en algo que nos apasionaba y que no sabíamos cómo iba a terminar. Queríamos desarrollar la percepción y la intuición, no queríamos quedarnos con fórmulas hechas”.
Y así fue que a modo de salida laboral, las tesistas formaron “Ayllún”, una cooperativa de trabajo dedicada a resolver, precisamente, un montón de problemas técnicos para otros realizadores. Y fue en las pantallas de la cooperativa donde empezaron a darle vida a “Ovo”.
El corto, que llevó dos años de trabajo, es una suerte de alegoría animada sobre el huevo como símbolo de la creación y de la vida, y fue musicalizado en clave hindú por alumnos de composición musical. En cuanto a la factura plástica, algunas de sus imágenes recuerdan (para quienes peinamos canas) a las animaciones dibujadas por Gerald Scarfe para la película “The Wall”.


El arte de dar vida cuadro por cuadro

-¿Cuáles son las opciones laborales y artísticas que tienen los animadores hoy?
-Todos trabajan en publicidad, pero a la parte más personal la muestran en los festivales.
-¿Qué se necesita para hacer una buena animación?
-Desarrollar mucho la percepción y tener paciencia, porque nunca sabés cómo va a quedar tu trabajo. La animación es algo muy exigente y el gasto mayor no son los materiales sino el tiempo. Las personas que hacen “stop motion”, por ejemplo (técnica de filmar cuadro por cuadro un objeto o un muñeco), pueden estar horas con un muñeco hasta que entienden cómo filmarlo y qué movimientos quieren que haga.
Dentro de los referentes en este arte, Carolina no puede dejar de mencionar al argentino Juan Pablo Zaramella (autor del fabuloso “Viaje a Marte”), al hindú Ishú Patel (“The bead games”) que fue “el más inspirador para nosotras”, y el escocés Norman Mc Laren, “ el más clásico de todos”.
-¿Se piensan dedicar a la animación o esto fue sólo una etapa?
-La idea es dedicarnos ciento por ciento, de lo contrario, no hubiésemos elegido algo tan complejo. Hicimos más de cinco mil dibujos entre las dos para un corto de ocho minutos.
-¿Cómo definirías el arte de animar cuadro por cuadro?
-Yo lo vivo como algo mágico, sentarte a dibujar y ver que eso se mueve, es increíble. Vos creás un universo completamente nuevo porque tenés que darle alma a las cosas, por eso es lo más cercano a un sueño.
-Hoy la animación se ha metido en el cine industrial con el 3D y con películas como “Pollitos en fuga”… Ha de ser una buena noticia para ustedes…
-Sí, pero la mejor noticia es que los más grandes animadores de hoy son personas que empezaron como nosotras, experimentando en algún lugar alejado y con muy poco presupuesto.
Y sobre todo con muchas ganas de hacer alquimia, como Carolina y María Eugenia saliendo de su “Ovo” de crayones y celuloide, inventándose a sí mismas y fundando un pequeño universo todas las mañanas.

Iván Wielikosielek
Especial UNVM