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Foto de promoción del grupo |
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Durante el otoño de 1977, los hermanos Mark y David Knopfler, más la participación de John Illsley en bajo y Pick Withers en batería, comenzaban a transitar los caminos de la fama bajo un rótulo que les identificaba como conjunto que hacía música, pero también como una agrupación que siempre se valió de un estilo demasiado diferenciado del resto, perfil que les permitió desarrollar sus performances artísticas sin concesiones a las modas imperantes en las décadas transcurridas.
Vivieron situaciones álgidas en el seno de la banda, que fueron superando con paciencia y con una marcada voluntad a la hora de aglutinar los cuatro talentos en pos del gran objetivo, vender millones de discos. La canción estrella y emblema absoluto de los Dire Straits ha sido desde siempre, "Sultans of swing" ("Sultanes del ritmo"), instantánea de un grupo de rítmicos héroes urbanos apegados a su jazz nocturno de cada viernes. Este tema, exitoso como pocos y bailado hasta el hartazgo por millones de jóvenes, difundido por las emisoras de todo el mundo al menos 200 veces por día, se constituyó como una obra irrepetible, nadie pudo reversionarla jamás, incluso considerando la época actual.
Era totalmente previsible que así fuera, considerando por caso, la genialidad de Mark Knopfler al interpretar dos solos de guitarra a través de un punteo magistral que nunca jamás nadie se atrevió a imitar y menos aún, a plasmar en el vinilo. "Sultanes del ritmo", una creación que Mark Knopfler, el líder e ideólogo de los Dire Straits, había parido a bolígrafo y de las cuerdas de su guitarra, pellizcadas como casi nadie antes lo había hecho.
Pero, Mark también conocía sus limitaciones, era consciente de su escaso caudal de voz, casi susurrante, profunda y arrastrada, posible herencia de tanta garganta quemada por el más puro whisky escocés. Es por este motivo, que el soberbio guitarrista que era y es, prefirió concentrar sus dotes musicales en la guitarra, su vieja y querida amiga, prestando atención a los consagrados intérpretes de country y rockabilly. Escuchaba, por ejemplo, los riffs y arpegios de James Burton que enaltecían la voz y la expresión de un ya consagrado Elvis Presley.
Fijaba su mirada, también, en el picoteo tan peculiar de Scotty Moore, acompañante de "el rey" en sus primeros tiempos, durante la década del ‘60. El sonido de "sultanes del ritmo" alcanzó también a Bob Dylan, que no tardó en recurrir a Knopfler y al baterista Pick Whiters, para grabar aquello de "en el principio, el hombre le puso nombre a todos los animales" y el resto de las canciones del larga duración "Slow train coming" ("un lento tren en marcha"). El prestigio del "jefe" de los Dire Straits no decayó cuando su hermano menor y el baterista Whiters decidieron abandonar al conjunto.
Por el contrario, renovó su génesis y le otorgó nuevas alas creativas que terminaron enriqueciendo el poderoso e ingenioso caudal musical de la banda que lideraba desde sus comienzos. Su LP "Communique" ("Comunicado") grabado en Alabama, fue la primera señal intensa que alertaba del potencial de estos músicos.
Luego llegarían los long play "Alchemy" ("Alquimia", álbum doble, grabado en vivo) y la quinta producción de estudio conocida como "Brothers in arms" ("Hermanos en armas") que culminaría con un nuevo ciclo de voluminosas ventas en todo el mundo, alrededor de siete millones de copias entre ambas producciones.
Todo un señor
En el marco de los recuerdos a nivel de lo nuestro, de las vivencias villamarienses, me es grato recordar el recorrido juvenil que siempre mantuvo vigencia en las urbes más bien pequeñas, como alguna vez lo fue nuestra querida villa, "la vuelta del perro" el latiguillo que de manera entrañable ganó popularidad entre todos los habitantes de nuestra comunidad. Tengo presente firmemente nuestras visitas a Casa Vargas con mi amigo Gonzalo, nieto del fundador del famoso bazar, don Francisco, que lo abrió en febrero de 1917.
Afloran los momentos gratos en la mente del responsable de esta columna y son muchos afortunadamente, como cuando por primera vez fui a comprar el pantalón Oxford y el saco blazer azul, impecable con escudo incluido, en Casa Modart (luego también estuvo sobre San Martín) frente a plaza Centenario, actualmente el Banco Francés: el gerente en persona me atendió, todo un caballero y además uno de los primeros locutores del medio (ya fallecido) y amigo personal Juan Dutto, realmente un personaje de nuestra geografía.
Lo recuerdo perfectamente en su bicicleta negra "La Inglesa" y con su gorra inseparable, y también lo tengo presente y lo estoy viendo leer los panoramas informativos en LV28 donde fuimos compañeros nocturnos en el éter de esa emisora, a las órdenes de Roberto Kfuri, su director. Gratos recuerdos de buenos momentos. Hasta la próxima.
Atilio Ghezzi
Especial para EL DIARIO
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