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26 de Octubre de 2008
Destinos - Argentina Córdoba - La Cumbrecita
Maravilla de Calamuchita
Perdido entre los vericuetos del valle, el pueblo es una joya de la serranía mediterránea. Paisajes deslumbrantes, entre pinares, cascadas y montaña. El legado centroeuropeo
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Escribe: Pepo Garay
Especial para EL DIARIO

Cuando cae la noche, la fisonomía de La Cumbrecita cambia completamente. La luminosa y cálida villa serrana le da paso al frío y al silencio, a la salamandra y a la leña. Los turistas escapan y sólo quedan vecinos acostumbrados a cielos estrellados y temperaturas insolentes.
Recién ahí los dueños de casa se apropian del terreno. Ese suelo que vio nacer a gran parte de sus actuales habitantes, también supo cobijar a foráneos urgidos de la tranquilidad y la paz que en la ciudad no se consigue. Los dos grupos disfrutan el pueblo aún más que los visitantes. Es su lugar, su tesoro escondido. Se sienten privilegiados.

¿Pueblo peatonal?
La Cumbrecita está ubicada a unos 45 kilómetros de Villa General Belgrano, en el Valle de Calamuchita. Es famosa en todo el país por su deslumbrante contexto natural y por ser la única comarca de la Nación con restricción vehicular permanente. En teoría, sus calles sólo se pueden transitar caminando.
Pero, como siempre, la teoría lejos está de emparejarse completamente con la realidad. Cada vez se ven más autos dentro del pueblo, por lo que aquello de “restricción vehicular permanente” puede ser puesto en duda. Pasajeros con reservas en alojamientos, propietarios de inmuebles, empleados de servicio y mantenimiento y proveedores de comercios, tienen permitido ingresar a la comuna con sus coches. Además, el resto sólo tiene impedido el paso de 9 a 19 horas.
Con el crecimiento que ha experimentado en los últimos años, no resulta extraño ver tantos rodados en las entrañas de la localidad. Un grupo de jóvenes con mochilas a la espalda son testigos directos del cambio paulatino. Distraídos con el paisaje, se topan con una 4x4 que viene de frente a buena velocidad. Se hacen a un lado sorprendidos, sin entender nada. Morir atropellados en La Cumbrecita. Hubiera sido una de las muertes más ridículas del mundo.

Punto perdido en el mapa
De recorrida por La Cumbrecita, el viajero se da cuenta porqué ese grupo de inmigrantes alemanes decidió engendrar el pueblo justo aquí. Helmut Caljobsky y su familia buscaban un lugar donde descansar durante las vacaciones. Así encontraron este paraíso perdido en el mapa y no dudaron en comprar 500 hectáreas. Sobre el cerro Cumbrecita comenzaron a construir, dándole forma a sus sueños.
Más tarde, familiares de Caljobsky llegaron a la zona para atiborrar las laderas aledañas de miles de pinares. Esas intervenciones resultaron un valor agregado a las bellezas originarias.
Para legitimar los encantos que le dan fama a esta región, el visitante explora el pueblo escrutando espacios que lo cautiven. Tiene mucho para ver. El mismo ingreso a La Cumbrecita le regala la visual compuesta por las primeras casitas de estilo suizo-alemán, que combinan con las suaves montañas de las inmediaciones.
Las características típicas de la cultura centroeuropea se dispersan por todos lados. Comidas tradicionales, arquitectura, adornos y decoraciones. Eso, junto a la idiosincrasia propia de los serranos, se combina para amansar al turista, predisponiéndolo a disfrutar del espectáculo.

Explosión de verde
A la hora de escaparse por los callejones aledaños, encontramos escenarios sumamente seductores. El verde explota en la cara del foráneo, invitándolo a adentrarse en la montaña. Entre los muchos paseos posibles, se distinguen La Cascada, La Olla, El Indio y el ascenso al cerro Wank. Cualquier punto de descanso sirve para disfrutar de las maravillas del paisaje y suspirar.
Perdida en las sierras de Córdoba, La Cumbrecita se complace con el deleite ajeno. Generosa, atractiva y cortés, sigue acumulando admiradores por doquier.

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