Charquina se encuentra a 20 km de San Carlos Minas y es uno de los tantos sitios que conforman la localidad arqueológica de La Playa. En este momento, muchos lugares se encuentran en serio riesgo de desaparecer, algunos ya lo hicieron, debido a la explotación minera intensiva sin control que se realiza sobre estas áreas arqueológicas.
Los pobladores de la zona enviaron una carta abierta en 2007 al por entonces presidente Néstor Kirchner, al Senado, a la Secretaría de Derechos Humanos, Secretaría de Cultura de la Nación, al defensor del Pueblo de la Nación y de la provincia de Córdoba, entre otras instituciones, y ciudadanos en general para poner en su conocimiento que Córdoba cuenta con numerosos yacimientos arqueológicos y que se ven afectados por la explotación minera. Los pedidos elevados, no pretendían el cese de las actividades productivas de la región, sino la planificación en los trabajos de explotación, y el cumplimiento de la Ley Provincial 5.543 de Protección de los Bienes Culturales, la Ley Provincial de Ambiente 7.343/85 y Nacional 24.051. Hasta el momento, la explotación no respeta las normas legales vigentes establecidas para la conservación del Patrimonio Cultural y continúan sin obtener resultados satisfactorios.
La comunidad Ticas considera al departamento Minas el lugar de origen de su familia. No reclama tierras, pero sí que los dueños de los campos cuiden y respeten estos lugares. Pero desde que el poder destructivo del hombre llegó, no hay pictografía que se salve. Las piedras de granito gris mara son muy cotizadas por los aserraderos de mármol. Cuando Soledad Ochoa, integrante del Museo de Antropología, habló con algunos propietarios de los campos, la respuesta fue “de algo tenemos que vivir, por eso alquilamos los campos a estas empresas”. Y agrega Soledad: “El trabajo de éstas, es claro: llegan, toman lo que se quieren llevar o vender y luego se marchan, sin importar la contaminación que dejan, y muchos menos el valor patrimonial que tiene para la gente de la zona”.
Soledad cuenta que le sugirieron “cortar los pedazos con pictografías y llevarlos a un museo”, pero explica que “sin el contexto es imposible el trabajo del arqueólogo, ya que permite observar por qué se eligieron determinados lugares y qué características le atribuyeron a las pinturas”.
Esta mujer, trabajó, a lo largo de tres años, en La Playa. Fue encontrando lugares que antiguos antropólogos habían informado, pero sin precisión. Pudo relevar 23 sitios con más de 450 figuras. Las formas de ellas son: zoomorfas, antropomorfas, zooantropomorfas y fitomorfas y fueron realizadas con dos técnicas: pintura y grabado.
Los estudios realizados, hoy tienen una gran importancia para la provincia de Córdoba y para las culturas originarias, porque conocer el lugar exacto en donde se encuentran y lo que contienen, permite impedir que las empresas mineras los dinamiten y hagan desaparecer.
Así, el sitio tiene valor económico para aquellos que son los dueños de las tierras donde se encuentran las minas, las empresas mineras y los pobladores empleados en la actividad oriundos de la comuna La Playa; y un valor simbólico para los grupos ambientalistas y para las comunidades originarias que le atribuyen a Charquina carácter sagrado. Son, para ellos, evidencia de un pasado que recuperan como propio y sobre el cual hoy construyen su identidad.
¿Qué hacemos?
¡Hagámoslo!
Somos seres que habitan un espacio: Córdoba, Argentina, América Latina. Y transitamos un tiempo: este presente. Recuperar la historia del espacio, es recuperar hoy nuestra propia existencia.
En la medida en que nos abrimos hacia otras posibilidades podemos ampliar esa historia oficial, o mal contada, que bastante mal parados nos ha dejado. Digo, la historia nos permite entender por qué actuamos de determinadas maneras. Quizás las paredes nos están contando algo que no conocíamos o no comprendíamos de nosotros mismos y que nos pasa ahora.
Podemos ver que esta situación que sufre Charquina está muy cerca de situaciones angustiantes de nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, hay una analogía perfecta con lo que le ocurre a quienes son dueños de una parcela de tierra en nuestra zona, y se ven sometidos a alquilar sus campos a grandes empresas porque no pueden sustentarse con el trabajo que realizaban antes. Otro sería, que hay personas que viven entre nosotros y no tienen documentos, y con ello, si nos guiamos por las “leyes que todo lo ordenan y guían nuestra vida”, esas personas aún cuando respiren, no existen para el sistema que hemos creado.
Hay cosas que están mal, muy mal. La pregunta es si queremos cambiar el curso de la historia o si vamos a seguir dejando que a nosotros también nos hagan desaparecer, de hecho lo están haciendo. Qué injusticias estamos esperando que se den para presentar proyectos, para conformar grupos y llevar a cabo un cambio. No estoy hablando de una utopía de otras épocas. Creo que la crítica de lo que ocurre no nos lleva a nada, y la acción concreta nos permite dejar de decir ¡qué barbaridad! y cambiarlo por un ¿qué hacemos?
Me refiero a dejar de pensar sólo en la subsistencia de nuestra familia, para integrarnos a una comunidad, grupo humano que clama pidiendo por integrantes que se hagan cargo de lo que ocurre. ¿Qué nos pasa como humanos que no podemos primar a largo plazo nuestra vida?
Por otro lado, en la problemática de La Playa hay un grupo que quiere diferenciarse del resto. ¿Qué nos pasa que no podemos acercarnos a lo distinto?, como si un miedo nos atravesara y no nos dejase mirarnos en los demás, o ponernos en su mirada.
Quizás en lo distinto esté oculta una verdad que nos movilice y las piedras nos estén contando cosas que dejan de ser un secreto si las escuchamos. Pero para escucharlas, tienen que estar, si no habremos perdido la oportunidad de abrirnos a otras posibilidades.
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