Escribe: Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
Los titulares siempre se lo llevan las rutas más conocidas, los trayectos más andados. Pero esta vez, no. Hoy, las luces iluminan un circuito distinto. Un camino que, en la virtud de su soledad, nos enseña una región de las sierras cordobesas muy poco explorada. Es el que une Cruz del Eje, en los llanos del norte, con Mina Clavero, epicentro del Valle de Traslasierra. Recorrido infrecuente, casi exótico, 130 kilómetros que ya mismo comenzamos a transitar.
Cruz del Eje es una ciudad de cuentos. Pero no de hadas, si no de los de Cacho Buenaventura. Hogar del genial cómico, la ciudad está bendecida por el buen humor y las anécdotas. De ambiente calmo, es uno de los últimos reductos de civilización antes del encuentro con el desierto y la aridez que dibuja el norte provincial. Desde aquí partimos. A la altura de Villa de Soto, en vez de continuar con rumbo a La Rioja, giramos hacia el sur. La ruta es la provincial 15. El espectáculo que veníamos a ver.
Las primeras sensaciones son las del desarraigo. El asfalto añejoso, aunque vital, parece abandonado a merced de unos pocos coches que lo besan con cubiertas. Poca circulación. Casi nada. Y a los costados, un verde extenso que se pierde en el horizonte, mechado con arbustos decorando la postal. Otro tanto hacen la infinidad de horneros dispuesto en todos y cada uno de los postes de luz linderos. Señal de lo salvaje del entorno y de su carácter desolado. Así se da el panorama hasta atravesar La Higuera y arribar a San Carlos Minas.
El pequeño pueblo, que apenas supera los mil habitantes, bien sirve para representar el temperamento de la región. Con acento entrecortado, erres que suenan mezcladas con “y” griegas, los pocos habitantes que no se rinden a la siesta cuentan algo de lo que tienen: el paso introvertido del Río Jaime y el Arroyo Noguinet, la Iglesia Inmaculada Concepción y un trío de grutas. También la comida regional, engalanada con platos bien tradicionales, como el chivito y las empanadas dulces.
Los volcanes de las Sierras de Pocho
Pero sin dudas, lo mejor del lugar está hacia las afueras. En el oeste aparecen las Sierras de Pocho, con sus célebres volcanes. Justamente, los enormes montículos rocosos serán compañía de lujo durante el resto del trayecto. Allá en el fondo se aprecian: destacan los cerros Velis y Poca. En el medio, un grupo de ancianas palmeras sorprende brindando un paisaje insólito. Altas, frondosas. El viajero nunca hubiese pensado en encontrarse con este tipo de postal.
Si de conocer se trata, conviene adentrarse por los caminos de tierra hacia donde se pone el sol. El cambio de dirección sirve para buscar lugares como la Reserva Natural Chancaní, la Laguna de Pocho o los célebres Túneles de Taninga (notable obra vial que atraviesa cinco túneles para conectar las provincias de Córdoba y La Rioja).
Más adelante, aparece el bonito municipio de Salsacate, centro de servicios de la zona. Estamos a mitad de camino. Deseosos de potenciar la experiencia, continuamos cruzando parajes diminutos, como Chamico, el Bañado o El Mirador.
Entonces, advertimos la aparición de las sierras grandes y todo cambia. Majestuosa visual ofrecen las montañas, que enmarcan el valle con porte impoluto. Poquito es lo que falta para Villa Cura Brochero y su vecino Mina Clavero. Poquito es lo que falta para terminar un paseo encantador.
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