Escribe:
Zulema Hernández*
“...Si no los despeina
el viento
los va a despeinar
la historia”...
Estos versos que pertenecen a Mario Benedetti, me vinieron a la memoria cuando leí, en una edición de EL DIARIO que “lo mejor que le puede pasar a Córdoba es que gane de la Sota”, según dijo el candidato a legislador por UPC y FPV (¿?) Dr. Héctor Muñoz.
Procuré hacer un análisis político elemental y, fundamentalmente un breve repaso histórico de lo que fue el Gobierno de José Manuel de la Sota.
En el año 1998, de la Sota, siendo senador nacional, presentó su proyecto de ley de Convertibilidad Fiscal. Proponía, entre otras cosas que, para financiar su deuda, el país debía obtener recursos tomando nuevos créditos, vendiendo activos públicos y privatizando empresas del Estado.
Poco más tarde, Cavallo, a quien en su momento de la Sota había propuesto a Carlos Menem como ministro de Economía, aplica su Plan de Convertibilidad Fiscal, con algunas diferencias y mayor dureza.
En ese mismo año, de la Sota, comienza su campaña proselitista para gobernador de la provincia, llevando como propuesta central la rebaja del 30 por ciento en los impuestos provinciales. Esa rebaja, resulta obvio, beneficia sobremanera a los sectores económicamente poderosos. Con esa propuesta gana las elecciones.
En 2000 envía a la Legislatura provincial, compuesta por entonces por una Cámara de Senadores y otra de Diputados, el proyecto de ley de Reforma del Estado, que resulta aprobada gracias al soborno y la coacción a dos senadores. Fueron hechos verdaderamente escandalosos, llevados adelante por UPC con conocimiento del gobernador, según fue de dominio público.
Poco después y como el mejor discípulo de Göebels, en tiempos del “que se vayan todos”, convence a la población de que la bicameral es muy costosa (su incidencia en el presupuesto provincial apenas pasaba el 2%), y mediante un plebiscito no vinculante, logra la aprobación de la unicameral.
Es decir desaparecen las dos cámaras legislativas, profundamente valiosas para garantizar la democracia parlamentaria, y consigue, mediante esa estratagema mendaz, producir la reforma necesaria para lograr la unicameral. Se trata de una Legislatura hecha para obtener mayoría automática, hecha a su medida y antojo.
¿Es lo mejor que le puede pasar a Córdoba que gane de la Sota, como afirma el Dr. Muñoz ?
Lograda la unicameral, el oficialismo tiene a todos sus legisladores con el brazo listo para aprobar todo lo que envía el Ejecutivo y rechazar la mayoría de los proyectos de la oposición.
Lejos de abominar del neoliberalismo menemista, su gestión se caracteriza por una clara adhesión al proyecto de desguace del Estado instaurada por aquel gobierno. El menemismo tiene su representación en Córdoba. El modelo se reproduce fielmente con de la Sota.
El desguace del Estado provincial iniciado por los últimos estertores del radicalismo, se continúa y profundiza.
El vaciamiento de la EPEC y del Banco de Córdoba, con la jubilación anticipada de su personal más experimentado en el intento de dejar el campo expedito para las privatizaciones.
Fue, como se dijo, imponiendo las jubilaciones anticipadas, lo que sobrecargó la Caja de Jubilaciones de la provincia y dejó a las reparticiones públicas entre ellas a los hospitales despojados de su personal de más experiencia y calidad científica. Se remarcaba la precarización laboral con el sistema de contratados, facturantes, monotributistas, sin estabilidad laboral alguna, agregando como ingrediente ineludiblemente esencial de la vida de esos trabajadores la angustia permanente que eso conlleva, como un condimento más del neoliberalismo a ultranza que se aplica en la provincia.
El sistema educativo, sumó escuelas nuevas, es cierto, pero con personal insuficiente. “Los ladrillos no enseñan”, repitió una y otra vez el gremio.
Se reproducía un modelo educativo para pobres y otro para ricos que perpetúa un sistema injusto y desigual.
¡Qué decir de las políticas de salud! El IPAM transformado en un excelente negocio para las gerenciadoras, en tanto los afiliados y los prestadores eran las víctimas propiciatorias de un sistema perverso y mercantilista.
Hoy se ha tratado de corregir esto, pero los resultados son todavía insatisfactorios.
Sumemos a eso el hospital público. Sostenido por el esfuerzo de los equipos de salud, sobreexigidos y mal pagos.
El Estado está obligado a articular un discurso y una praxis que den respuesta en forma igualitaria, oportuna, eficiente y gratuita a las demandas de una población que tiene en el cuidado de la salud un derecho humano esencial.
Por eso me vino a la memoria el poema de Benedetti. A los pueblos sin memoria “si no los despeina el viento, los va a despeinar la historia”.
*Médica, fue legisladora provincial en dos períodos
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