“Los niños tienen
más necesidad
de estímulo
que de castigo”
(Fenelón)


Ser padres pone a los adultos ante una nueva vivencia en la que el asesoramiento anterior a la misma no les sirve. Planificar, leer o haber tenido experiencia previa con niños, no es lo mismo que iniciar una familia. Muchos adultos creen tener en claro qué significa ser padres hasta que llegan a esta instancia, la realidad instituida en el niño los pone en una encrucijada… Lo envuelven con amor, pero las dudas y temores los invaden ante cada nueva situación.
Muchos se preguntan ¿a los hijos hay que demostrarles siempre que se los quiere? ¿…hay que darles todo lo que necesitan? ¿…hay que dejarlos hacer lo que quieran? ¿los límites son necesarios? ¿cuál es el equilibrio entre amor y límites?
Está demostrado: los padres que no escatiman besos y caricias, tienen hijos más felices que se muestran cariñosos con los demás y son más pacientes con sus compañeros de juegos. Hacerles ver que nuestro amor es incondicional y que no está supeditado a las circunstancias, a sus acciones o a su manera de comportarse, será vital también para el futuro. Sólo quien recibe amor es capaz de transmitirlo. Eso no implica que dejen de respetarse las normas de convivencia.
Todo niño es capaz de asimilar a la perfección los hábitos que le enseñan sus padres. No es preciso mantener un ambiente de disciplina exagerada, sino una buena dosis de constancia y naturalidad. Si se le enseña a respetar las pequeñas cosas, irá aprendiendo a respetar su entorno y a las personas que lo rodean.
Muchos niños tienen tantos juguetes que acaban por no valorar ninguno; lo ideal sería que poseyeran sólo aquellos juguetes con los que sean capaces de jugar y mantener cierto interés. Guardar algunos para más adelante puede ser una buena medida para que no se vea desbordado y aprenda a valorarlos.
Los niños suelen recordar muy bien los castigos, pero olvidan qué hicieron para “merecerlos”. Aunque estas pequeñas penalizaciones estén adecuadas a su edad, si se convierten en técnica educativa habitual, los niños van generando una imagen negativa de sí mismos, son “el que se porta mal”, “el que rompe todo”, “el que siempre hace un berrinche”… Es posible ofrecerles una conducta aceptable con otras alternativas.
Prohíbale menos, elógiele más. Para un pequeño es estimulante saber que sus padres son conscientes de sus progresos y que además se sienten orgullosos de él. No hay que escatimar elogios cuando el caso lo requiera, decirle que lo está haciendo muy bien y que siga por ese camino. Reconocer y alabar es mucho mejor que lo que se suele hacer habitualmente: intervenir sólo para regañar…

Servicio de Educación
Temprana- Instituto
Especial “Del Rosario”.
Alvear 68