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Una de las divisiones reencontradas posa para la cámara |
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25 años.
Cómo resumir en pocas líneas lo que pasó en todo este tiempo. Cómo elegir las palabras, sin caer en el abismo de la nostalgia y en la cursilería de recordar sólo lo bueno.
25 años.
Perdimos pelo, ganamos panza, pasamos de omnipotentes a poco potentes (bueno casi, la química farmacéutica nos ha hecho un guiño, y ha creado un milagro comparado a la resurrección de Lázaro).
25 años.
En aquel entonces nos mandaban nuestros padres, hoy nos mandan nuestros hijos. Antes teníamos siempre la última palabra, ahora tenemos la primera, que queda absolutamente diluida, y suena como una voz sin voto.
25 años.
Quién pudiera recoger entre sus manos un poco de aquellos sueños que arrojamos al vacío. Algunos seguimos aún aferrados a la utopía de un mundo mejor, ¿por qué no?
25 años.
¿Quién nos quita lo bailado? ¿Quién dijo que la historia la escriben los que ganan? Mentira, la escribimos todos, al fin de cuentas la vida es un torneo largo, en el cual ganar o perder es casi un accidente. O acaso perder no nos hace más fuertes y sabios, o acaso ganar no nos hace más soberbios y necios.
25 años.
En aquellos tiempos un pingüino era un pájaro inofensivo y simpático, hoy un pingüino es un pájaro altamente ofensivo y que no tiene nada, pero nada de simpático. Fuimos la generación de los hipermercados y la hiperinflación, hoy también seguimos con las híper: hipertensión arterial, hipercolesterolemia, hiperuricemia, y la lista sigue.
25 años.
Somos habitantes de una Nación con una rara debilidad por la marroquinería, en las valijas de Amira se llevaron dólares, en las valijas de Cristina trajeron dólares, las valijas transformadas en símbolos de impunidad y vergüenza. Nuestras valijas gracias a Dios traen cosas mucho más nobles: afecto, respeto, lealtad, alegría y un montón de recuerdos imborrables tallados en tinta y tiza.
25 años
Somos sobrevivientes. Sobrevivimos al Plan Primavera, al Plan Austral, a la paridad cambiaria, al "todo por dos pesos", a "la casa está en orden", al corralito, al presidente que se fue corriendo, al presidente que llegó mintiendo, al que nos llevó como mira (es decir a cualquier lado) y a la que nos lleva como le dicen (lógico, también para cualquier lado).
25 años
Vivimos en un mundo que giró 180 grados: las tareas las hacen los padres, los profesores le hacen caso a los alumnos y la escuela es el estacionamiento para que los chicos no ocupen lugar en la casa.
25 años
Se transformó increíblemente el significado de las cosas. Bocha era el cariñoso sobrenombre de mi mejor amigo, o el nombre de un deporte de arraigo popular y campero. Hoy "bocha" es un nuevo patrón de medida. "Tiene una bocha de plata", "sabe una bocha de Historia". Re era la segunda nota musical, hoy es un pronombre aumentativo, frecuentemente utilizado por el género femenino, con poca materia gris en la cavidad craneana y algo de materia verde en la cartera.
25 años
En estas paredes lloramos a Malvinas. Estas paredes guardan un fragmento de lo mejor de nuestras vidas, en ellas enterramos el pasado, dibujamos el presente y sin darnos cuenta nos armamos el futuro. En ellas guardamos los primeros besos y aquella carta de un amor que nunca nos animamos a confesar.
25 años
Cuando nos fuimos de aquí con los ojos enrojecidos y el alma en pena no sabíamos por qué. Lo que llorando se deja no se abandona jamás. El cariño que se deposita en la cuenta del alma, es un plazo fijo que vence con nuestro último latido.
25 años
Hoy nos volvemos a encontrar. Ahora somos madres, padres, maestros, farmacéuticos, peluqueros, ingenieros, abogados, periodistas, médicos, mecánicos, obreros, empleados, bioquímicos, curas (¿qué te pasó, Fabián? Si nos dábamos cuenta a tiempo te llevábamos con nosotros, con nuestros hábitos, los malos hábitos). Pero hay una característica común a pesar de nuestras ocupaciones y profesiones: si alguno observara detenidamente debajo de estos nuevos trajes está una corbata, sí, una corbata roja, medio deshilachada, algo arrugada, pero roja al fin. Como una insignia luminosa.
25 años
Hace meses que sueño con este momento, el del encuentro. El encuentro con mis compañeros del aula, el encuentro con mis amigos del recreo, el encuentro con mis hermanos de la vida.
Gracias Colegio Nacional por dejarnos, con más kilos y menos pelo, caernos en el abismo de la nostalgia y ser rescatados como siempre por aquellos viejos, y hoy más que nunca, nuevos sueños.
Claudio Héctor Cova
claudiocova@yahoo.com
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