Comencemos enunciando el catálogo de lo obvio: Ricardo Alfonsín es Ricardo Alfonsín. Lo que significa que no es Raúl Alfonsín ni Fernando de la Rúa ni Julio Cobos ni Arturo Illia. Pero avancemos en el posible significado de semejantes comparaciones, que circulan en el ideario o en preconceptos populares.
1. Ricardo Alfonsín no es Raúl Alfonsín
Comparar a Ricardo Alfonsín con Raúl resulta un ejercicio inevitable: un padre político que dejó su huella en la historia en contraposición a un hijo que, por ahora, sólo aspira a un cargo presidencial.
Con las virtudes carismáticas de Raúl, y resultar un presidente emblemático, la figura de Ricardo no puede sino quedar disminuida. Entonces pasa a ser “Ricardito”, un hombre que expresa un anhelo presidencial, pero que padece la sombra de un padre poderoso.
Sin embargo, tal parangón no sólo resulta injusto, sino falaz. Porque quizás la principal fortaleza de Ricardo no devenga de ese poder de seducción que portan los líderes carismáticos, sino tal vez de sus dotes intelectuales como estadista tapado. Al respecto, mi tesis es sencilla: al igual que su fallecido padre, Ricardo Alfonsín es un hombre honesto y con profundos valores éticos-democráticos; pero, además, es un pensador y estratega político, que la mayoría aún desconoce.
Para poner a prueba esa tesis he tomado un sencillo experimento exploratorio realizado por el licenciado Federico González, profesor de la UBA y consultor: simplemente extrayendo las ideas centrales de discursos de candidatos presidenciales actuales, incluida la presidente, y los pasados (por supuesto, cuidando de que no pudiera identificarse al autor). Luego, sobre una pequeña muestra de ciudadanos de nivel educativo medio, se evaluó la valoración de las ideas en términos de valor como propuesta para afrontar problemas del país, claridad de enunciación y grado de desarrollo (concepto explicado versus eslogan superficial de campaña). El resultado fue sorprendente: las ideas de Ricardo Alfonsín fueron las más valoradas entre los candidatos actuales y sólo superadas por las Arturo Frondizi.
Mi conclusión de lo anterior es simple: Ricardo Alfonsín tal vez carezca del carisma arrollador de su padre, pero, en el plano del ideario político, está plenamente a su altura y hasta quizás lo supere.
2. Ricardo Alfonsín es radical, pero no es Fernando de la Rúa
La partida del helicóptero de Fernando de la Rúa es el ícono elocuente del fracaso de la Alianza.
Pretender asociar a Ricardo Alfonsín con de la Rúa a través de la dudosa ecuación: “De la Rúa, Alianza, radicales”; “Alfonsín, alianza, radicales”, no sólo es una simplificación: es simple deshonestidad intelectual. Porque de la Rúa nunca fue el Kennedy argentino que alguien avizoró allá por el ‘73, sino más bien, la mejor expresión de un político poco práctico, y con una imposibilidad patológica de tomar decisiones, y con un discurso retórico de contenido hueco.
Conclusión: que Ricardo Alfonsín no es Fernando de la Rúa, es una verdad absoluta.
3. Ricardo Alfonsín no es Julio Cobos
Con el ya mítico “voto no positivo”, Julio Cobos alcanzó a tener todo lo que puede aspirar un potencial presidenciable: altísima imagen y similar intención de voto. Es cierto que le tocó también deslizarse por el filoso desfiladero entre la formalidad institucional de su cargo y su rol opositor. Lo cual no debe ser tarea simple. Pero no es menos cierto que, apenas dos años después de aquel momento de gloria, sus permanentes indefiniciones sobre cuál era su lugar en el mundo político lo pulverizaron hacia la licuación de sus posibilidades. Julio Cobos irrumpió como un corajudo capaz de tomar la decisión más riesgosa. Pero terminó como la genuina encarnación del príncipe Hamlet, donde la permanente duda entre ser o no ser lo hicieron desaparecer de la escena política.
En contraposición, cuando Ricardo Alfonsín decide correr el riego de comprometer el acuerdo con el socialismo en aras de una candidatura con posibilidades reales, lo que demuestra es el sello de un político de raza que sabe que aquello de que “la política es el arte de lo posible” no es una mera frase, sino un imperativo para la acción.
Conclusión: en 2008 Julio Cobos parecía tenerlo todo, mientras que Ricardo Alfonsín era apenas un dirigente más. Hoy Alfonsín es el opositor más fuerte, mientras que Cobos no es candidato a nada. Ergo, Ricardo Alfonsín no es Julio Cobos.
4. Ricardo Alfonsín no es Arturo Illia
Esta comparación, nadie la postularía. Pero hacerlo puede resultar aleccionador.
La historia ha juzgado que el derrocamiento de Arturo Illia condensó dos desgracias en un mismo acto. Por un lado, la prepotencia militar de aquellos años; por otro, la indiferencia de una sociedad inmadura que no supo valorar lo que estaba perdiendo. A mi juicio, Arturo Illia es el símbolo de la virtud política incomprendida. Un hombre austero, casi gris, sin el carisma de muchos embaucadores de feria, pero con un nivel de honestidad y de coraje para enfrentar al Poder, cuya conjunción resulta escasa en la historia argentina.
Sin duda, Illia era mucho más de lo que parecía. Aunque podía parecer un abuelo bonachón, era un estadista con agallas. Sin embargo, la sociedad argentina no se dio cuenta.
Conclusión: Arturo Illia era mucho más de lo que parecía. Pero cuando las sociedades se acostumbran al seductor de turno suelen confundir las apariencias con las realidades.
Tal vez haya algo de cierto en que Ricardo no alcance el fuego carismático de su padre o el de Menem.
Pero sugiero el ejercicio de apreciar, que su eventual falta de carisma sea, tal vez, superada con creces por la calidad de sus ideas, por su honestidad, por su pasión y por su coraje para avanzar hacia un país mejor. Quizás una sociedad recién esté madura, cuando puede discernir con claridad y sin preconceptos la gran diferencia entre el parecer y el ser.
Síntesis final
A mi juicio, las fortalezas de Ricardo Alfonsín, están en la sustancia, no en la apariencia. Pero sería injusto, no conceder una distinción: cuando Alfonsín conversa, exhibe un estilo sereno, amable, austero y, por momentos, lindante en la parquedad. Pero esa imagen contrasta con el Alfonsín orador en un acto de campaña. Allí sí, puede advertirse plenamente el parentesco con su padre. Al igual que el ex presidente, Ricardo Alfonsín tiene la potencia de llegar al núcleo emocional del auditorio. Y esto, sin duda, es también una de las genuinas expresiones del carisma. Ricardo Alfonsín: es mucho más de lo que parece, e invito a la ciudadanía a pensar seriamente en esa posibilidad.
Juan Romeo Benzo
Otras notas de la seccion Opiniones
Escriben los lectores
Escriben los lectores
Una historia, entre tantas
Los lectores también escriben
Lamentable
|