La sociedad villanovense y la villamariense se vieron conmocionadas y sobrecogidas en diciembre último por el asesinato de dos pequeños niños por parte de su madre.
Este hecho aberrante, inusual y antinatural tiene muchas miradas.
La muerte de dos niños indefensos por parte de quien les dio la vida, sólo tiene explicación en la sinrazón de la locura, de una mente fracturada y distorsionada que no puede ser manejada, que no sabe de valores, conductas ni humanidad. La irracionalidad en estos casos no tiene explicación.
¿Por qué se llegó a esto? ¿no tenía tratamiento psiquiátrico o neurológico? ¿no estaba medicada? ¿ningún profesional la controlaba?
Yo la asistí cuando tenía catorce años en el Hospital de Villa Nueva por poco tiempo. Ya había sido tratada por un neurólogo infantil de Córdoba.
¿Qué pasó con la familia cercana y lejana? ¿Qué pasó con los vecinos? ¿Qué pasó con la Policía que suele estar informada de los frecuentes y reiterados actos de violencia extrema familiar? ¿Qué pasó con los políticos que dicen estar al servicio de la gente? ¿Qué pasó con la jueza de Menores? ¿Por qué no llegó este caso a su despacho? La cadena estaba cortada o tal vez no existía.
Por mi larga experiencia profesional he recorrido casi todos los vericuetos de la salud pública y privada, y casos de enfermiza violencia y sociopatías son harto frecuentes.
El Hospital de Villa Nueva ha pasado largas temporadas sin médicos psiquiatras y neurólogos, poniendo de manifiesto la indiferencia, insensibilidad e ineptitud de las autoridades municipales y políticas, para quienes sufren estas enfermedades y sus familiares. Estos pacientes son doblemente castigados por las dolencias, con todo lo que conllevan, y por no tener a quién concurrir para ser tratados, medicados y contenidos. Con una psicóloga, por más eficiente que sea, las afecciones neurológicas y psiquiátricas no se resuelven.
Durante la Intendencia de Frossasco, al hacerle un reclamo escrito por parte de los profesionales facturantes, para que se nos otorgase una semana de vacaciones en el mes de enero, la respuesta fue negativa. Le contesté a su secretario que trataba el problema de la incoherencia que una Intendencia justicialista aplicaba medidas de injusticia laboral y social. Todo terminó con mi despido como médico neurólogo y el de la psicóloga Andrea Argarate.
Ese intendente tomó una medida acorde a lo que él representaba, la década menemista, infame época neoliberal, que no sólo vació al país, sino también el alma y las esperanzas de los argentinos.
En esa época ocurrieron los mayores índices de depresión y suicidio en todo el país. Ese cipayismo, entre otras cosas, produjo un verdadero genocidio social, aún impune.
En Villa María, en 1972, los doctores Walter Frutos y Domingo Monesterolo, prestigiosos psquiatras, crearon el Centro de Salud Mental, que en un principio dependía del Hospital Neuropsiquiátrico de Oliva, pasando posteriormente a la órbita municipal local.
Este centro, en su larga trayectoria llegó a contar con dos psiquiatras, un neurólogo, un clínico, psicólogas, psicopedagogas, maestra diferencial, asistente social y secretaria. Un servicio completísimo que por su excelencia profesional y humana daba sobradas respuestas a la ciudad y región.
Se trabajaba mancomunadamente con los dispensarios, escuelas y jueza de Menores, se controlaba y medicaba a los pacientes externados de Oliva, se trataban adicciones y funcionaba un grupo de Alcohólicos Anónimos, resolviéndose en la ciudad todos los problemas sin necesidad de viajar a Córdoba.
En la Intendencia de Nora Bedano, quienes manejaban la salud pública le quitaron toda colaboración y apoyo, hasta que en estado de abandono, el Centro de Salud Mental fue cerrado.
Ineptitud, irresponsabilidad y falta de compromiso social de quienes debían velar por la salud de niños y adultos, especialmente por ser los pacientes de sectores más humildes y frágiles de la sociedad.
Hoy la ciudad está hermosa y renovada, luciendo como un día de primavera después de la lluvia. Pero no podemos decir lo mismo de la atención pública de Psiquiatría y Neurología.
El Hospital Pasteur no cuenta con un tomógrafo computado y un electroencefalógrafo, indispensables desde hace muchísimos años, carece también de un Servicio de Neurocirugía.
Estas falencias son de graves consecuencias. Por citar un solo caso, en enero de este año un joven fue ferozmente golpeado en barrio Las Playas, resultando con severo traumatismo craneoencefálico, debiendo ser trasladado a Río Cuarto, donde falleció. Los primeros 30 minutos son decisivos en estos casos.
El electroencefalógrafo es indispensable para muchas enfermedades neurológicas como, por ejemplo, para el diagnóstico de epilepsias. En casos de trasplantes, para determinar la muerte cerebral, el trazado isoeléctrico es el que define.
La Asistencia Pública no cuenta con servicios de Psiquiatría ni de Neurología, como tampoco de guardias pasivas. Casos de crisis psicóticas, estado de mal epiléptico son urgencias.
En las agendas de los ex gobernadores Angeloz, Mestre y de la Sota estos temas no figuraron. Más aún, Mestre, con total desparpajo cerró importantísimos servicios médicos.
Schiaretti, junto a su ministro Oscar González, que lo fue del anterior Gobierno, están más interesados en la venta de los campos del Hospital Neuropsiquiátrico de Oliva que en la refuncionalización y modernización del estado deplorable en que se encuentra, como también ocurre con el Hospital de Santa María.
No es una cuestión de color partidario, es sólo ausencia de compromiso social y humano, y un fracaso en la gestión política.
En Córdoba capital el único Neuropsiquiátrico existente en barrio General Paz hace 40 años, cuando éramos estudiantes, ya era insuficiente y obsoleto. Ningún nuevo hospital lo ha remplazado.
El país, con nuestra presidenta Cristina Fernández, está transformándose beneficiosamente, lo que celebramos y acompañamos, aunque queda mucho por recorrer, debiendo ser consideradas la salud y los medicamentos como bienes sociales y constitucionales.
A quienes están fuera de esta problemática tal vez les sea difícil dimensionarla, pero estos enfermos y sus familias viven en cárceles sin barrotes e infiernos sin llamas.
La verdadera libertad y dignidad comienzan por una mente sana.
Dr. José Argarate
MP 8123 CE 2666
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