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Para las personas con sillas de ruedas, la ciudad presenta algunos obstáculos difíciles de superar |
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Cristina Goupillaut, es discapacitada motriz. Para ella, trasladarse por algunos lugares de la ciudad en su silla de ruedas es un verdadero dilema.
"Esto no es un cuento sino el relato de un día de paseo por Villa María de una persona con incapacidad física que vive en la ciudad", advierte Cristina.
A continuación, y de manera textual, reproducimos la experiencia vivenciada por nuestra lectora.
“Intento salir de casa y debo disponer de un mínimo de 35 pesos para pagar el taxi de ida y el de vuelta. ¿Colectivo? Imposible, no hay unidades en donde pueda subir una persona con silla de ruedas.
Llamo por un remise y aviso que es para una silla de ruedas que entre cerrada, debo esperar mucho pues no cualquiera quiere transportar sillas.
Llega el transporte con un chofer que no tiene muchas intenciones de ayudar. Hay que pedirle por favor que baje del auto y ayude a guardar la silla en el baúl.
Acá no va a entrar, dice, mientras con todo esfuerzo luego de subir al auto, debo bajarme confundida, agotada antes de salir de casa.
Al rato viene otro taxi con un chofer dispuesto a ayudar y por suerte llego al centro.
Mi amiga empuja la silla y nos encontramos con las rampas céntricas, tan bonitas.
Lástima que en ellas no entre la silla y hay que hacer todo un movimiento para pasar. Luego de eso nos encontramos con un escalón que delimita el pavimento… otra valla más para superar.
Las veredas nos desafían a movimientos nuevos, certeros, que esquivan pozos y baldosas flojas.
Veo un hermoso par de zapatos en una vidriera, quiero entrar, un alto escalón se interpone entre mis deseos y yo y sigo recorriendo negocios, buscando cosas que me hacen falta.
Los escalones que hay en cada comercio nos cansan, pero tenemos el espíritu bien alto y ganas de pasear, así que seguimos.
Nos encontramos con otra rampa, otro escalón hacia el pavimento y entre una y otro agua, imposible pasar sin mojarnos.
Agotadas pero felices nos tomamos un cafecito antes de volver a casa.
Los taxis pasan uno tras otro sin parar, hasta que alguno para, siempre hay gente buena.
De regreso pasamos por la Terminal de Omnibus, nuevita, hermosa. El taxi nos deja en la parada, a una distancia enorme de las boleterías y las plataformas, no hay silla de ruedas disponible para nosotros, tampoco se permite que un remise o un auto particular puedan ingresar a las plataformas de los micros, evitando recorrer las grandes distancias que me separan del sector donde expenden boletos.
Antes de regresar necesito ir al baño y me encuentro con un cuarto utilizado de depósito, y ahí, como riéndose de nosotros, los elementos necesarios para que el baño funcione.
Al otro baño imposible entrar con una silla de ruedas.
Nuevamente el regreso y dos, tres, cuatro taxis que nos indican que no hay lugar, hasta que uno nos trae a casa.
Mi casa que está en un barrio inaccesible para mí, sin rampas, con las veredas rotas, escalones entre unas y otras, autos estacionados ocupando las veredas.
Hace rato ya que no paseo por el barrio.
Entro a mi hogar y sueño con lo que sería una ciudad inclusiva, de todos y para todos, en donde tengamos accesos y posibilidades de disfrutarla.
Para mi próxima salida, están cordialmente invitados los funcionarios municipales a los que les correspondan estas responsabilidades”.
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