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Vadori (segunda desde la derecha) junto a Jolibert (primera de la derecha) y otras educadoras |
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En algo se parecía la ciudad de Ecouen (norte de París) de finales de los ‘80 a la Villa María de fines de los años ‘20: ambas necesitaban integrar un enorme caudal de chicos y adolescentes al modelo educativo de manera inmediata.
En la ciudad francesa, los hijos de inmigrantes apenas si pasaban por la escuela, tras lo cual trabajaban o delinquían. En la Villa de antaño, al no existir colegios secundarios, quienes no podían pagarse una educación en Córdoba se quedaban sin Nivel Medio.
Y así como Villa María tuvo en la figura de Antonio Sobral al creador del primer colegio secundario (el Instituto Bernardino Rivadavia), Ecouen tuvo en Josette Jolibert a su pedagoga de la integración. De hecho, fue Jolibert la primera en trabajar con esos hijos de inmigrantes formándolos como “lectores y productores de textos”, es decir, propiciando a que manejasen la instancia suprema del lenguaje para integrarlos a una sociedad de la cual hubieran quedado irremisiblemente afuera.
La experiencia educativa de Jolibert llevada a cabo en los años ‘80, vio la luz en un libro que vendió 50 mil ejemplares y cuyo dinero fue destinado a esos establecimientos.
Sin embargo, la curiosidad de esta nota no es la coincidencia entre los intereses de Jolibert y Sobral, sino el hecho casi milagroso de que una educadora llamada Gloria Vadori haya trabajado (y aún trabaje) con estas grandiosas figuras.
De hecho, Vadori viene de presenciar, en representación de la UNVM, el “Sexto Encuentro Iberoamericano de Colectivos Escolares” en Huerta Grande (Córdoba) al que asistieron unos 700 investigadores de México, Brasil, Chile, Ecuador, Perú, Uruguay, Colombia, Venezuela y Argentina. La particularidad de los asistentes es la de trabajar en comunidades educativas haciendo investigaciones desde el aula, quizás porque todos coincidían en que la didáctica es una ciencia del hacer, y cuando uno educa debe transformar la realidad. A este “dream team pedagógico” se sumaron investigadores de España y una muy querida educadora francesa: la mismísima madame Jolibert, quien además pasó unos días en Villa María bosquejando junto a su amiga un libro de próxima aparición.
@ Gloria y Josette
La pregunta es, ¿cómo comienza a trabajar Vadori con Jolibert, a quien había leído pero no conocía en absoluto? El micrófono queda en manos de la educadora local.
“Fue muy curioso -comenta Gloria-. En 1994, Josette, que ya era famosa en Francia por su trabajo en la escuela de Ecouen, es nombrada experta por la Unesco e invitada a implementar sus innovaciones en América Latina. Así que empieza por Argentina y convoca a cinco educadoras, entre las cuales me contó a mí. Nunca supe por qué me eligió, sólo que estuvimos en Buenos Aires y en Chile escribiendo los primeros trabajos y desde entonces seguimos. Para mí fue y sigue siendo un placer trabajar con ella.”
-Jolibert apuntó a la alfabetización como manera de integrar a los hijos de los inmigrantes. ¿La realidad de Ecouen es la misma que en la Argentina actual?
-La falta de alfabetización siempre es un riesgo, sobre todo en las comunidades más carenciadas. Allí, el papá suele tomar a la capacidad de lectura del hijo como medida de inteligencia. Si al chico le cuesta escribir, entonces lo saca de la escuela y lo manda a trabajar y de este modo lo excluye de un modelo de integridad. Esto ha pasado mucho y todavía pasa en comunidades rurales, pero no es el caso de Villa María.
-¿De qué hablamos cuando hablamos de alfabetización?
-No hablamos de leer y escribir de cualquier manera, o sea descifrando, sino de manejar el lenguaje como herramienta semiótica. El lenguaje como instrumento, modifica los procesos psicológicos superiores.
-¿Y cómo se toma la lectoescritura en las escuelas argentinas?
-No se la toma como un modo de hacer conscientes los procesos de pensamiento. Y lo paradójico es que uno sólo sabe lo que piensa recién cuando lo escribe. Esa función epistémica del lenguaje generalmente es descuidada en la educación actual. Porque una cosa es leer letras y otra muy distinta es enseñarle a un niño a interrogar un texto, lo que equivale a involucrarlo en un acto inteligente. Y eso es lo que logró Josette en Francia.
-Otra de las innovaciones de Jolibert fue la de proponer un alumno que se enseñe a sí mismo…
-Es lo que llamó “pedagogía por proyecto”. Se trata de poner al alumno en un rol de autonomía, decidiendo, proponiendo y haciendo una reflexión metacognitiva desde su poder de formarse como persona. Eso es fundamental.
-¿Esto implica un cambio de rol del maestro?
-Esto implica ver a los estudiantes como sujetos de su propia formación en lugar de considerarlos sujetos de enseñanza y así posicionar al maestro en otro lugar. Acá el docente acompaña pero no formatea.
-¿El colegio de Sobral se parece a los intervenidos por Jolibert?
-El colegio de Sobral era privado y por eso él podía hacer experiencias educativas. Cuando se uniformaron las propuestas provinciales quedó poco espacio para la autonomía. Sobral quería una escuela popular donde los niños más carenciados vinieran y así demostrar que la educación tiene el poder de transformar. Igual que la teoría de Josette.
-¿Le habló a Jolibert de los proyectos de Sobral?
-Todo el tiempo. Pero ella no se sorprendía de nada porque su pensamiento coincidía siempre. La verdad es que tuve suerte. La vida me puso con dos maestros en la misma línea que, aunque no se conocieron entre sí, tenían sueños parecidos.
Iván Wielikosielek
Especial UNVM
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