Escribe Pepo Garay
Especial para EL DIARIO

Sinónimos de Viena: elegancia, majestuosidad, delicadeza. Un puñado de palabras que vienen a perfilar los retratos de la capital austríaca. Urbe espléndida, referente de las llamadas ciudades imperiales, es una de las joyas mejor conservadas de Europa. Todo en su silueta brilla y atrae. Es la traza del pasado la que habla, descubriendo en cada centímetro cuadrado de cemento, bellezas para admirar.
La pueblan 1,7 millones de habitantes, sin contar los casi 800 mil que completan el área metropolitana. Pero Viena se hace la desentendida. Sus calles van a lo sereno, con el murmullo urbano acompañando la impronta de una arquitectura sublime. Monumentalidad en los grandes edificios históricos, y solemnidad en las viviendas. El conjunto se presenta con las mismas credenciales no sólo en el casco céntrico y avenidas, sino también en barrios aledaños.
Ese continuum hace que la ciudad enarbole su identidad incuestionable. Lo bonito, en la otrora cabecera del Imperio Austrohúngaro, no es exclusividad del casco viejo. Se extiende durante kilómetros. La armonía, entonces, aflora como una de las grandes cualidades locales.

Palacios y otros deleites

Con el aura de los Alpes llegando desde lejos, y la marca del Río Danubio, el paseo se dispone a deleitar voluntades. Allí es cuando aparecen los fantásticos palacios, mansiones y catedrales, decodificando en obras el estilo austríaco. El primer destacado es el Palacio Imperial de Hofburg. Un impresionante edificio desde donde los Habsburgo controlaron la región por más de siete siglos. El lujo y la pompa se aprecian en cada detalle de la construcción, con columnas y aberturas jugando un papel primordial. Antigua vivienda de reyes, es el más fiel representante del carácter vienés.
Rodeando el recinto, otros tesoros aguardan la inspección del viajero. La Plaza de los Héroes, los Jardines de Teresa (ambos enmarcados por fastuosas estatuas que rinden tributo a la monarquía), y el Parlamento son vecinos directos. Apenas más alejado, conectado por un verde que llena de vida a la zona, surge el Ayuntamiento. Otro ícono local, que capta miradas a partir de su talla gótica, explícita en cinco cúpulas. De frente a este, el Burgtheater o Teatro Imperial de la Corte, convida con pistas relacionadas con características de la ciudad. Así, aprenderemos que Viena es un referente mundial de la música clásica, a partir de una larga tradición en tales materias. El crédito del edificio de la Opera Estatal ayuda a reforzar la idea.
A pocas cuadras del lugar, el visitante disfruta los emblemas que brinda la gigantesca Catedral de San Esteban, deslumbrante maravilla del gótico. Ya en las afueras, el Palacio Belvedere y en especial el Palacio de Schönbrunn (residencia veraniega de los reyes hasta la caída de la monarquía, en 1918) se tornan visitas obligadas, merced a sus increíbles jardines.
De regreso al centro, vale la pena tomarse un tranvía y admirar la arquitectura de los barrios, de casonas de varias plantas y tejados a tono. Luego, plancharse en los jardines del casco histórico, e imaginar el esplendor de épocas idas. Tarea que facilita la presencia de cientos de carruajes y sus respectivos cocheros, quienes atentos al interés que lo clásico despierta en el turista llegado a Viena, montaron el negocio. La postal se torna completa. O mejor dicho, inmejorable.

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