La Cámara Segunda del Crimen de Río Cuarto le impuso ayer una pena de seis años de prisión a Lucía Bravo y Alejandro "el Mendocino" Vega, acusados de intentar prostituir a una joven de aquella ciudad, hecho ocurrido en el 2007, cuando tenía 15 años. Este fue el segundo juicio oral y público hacia los imputados, que por el mismo caso ya habían sido juzgados y absueltos, decisión que fue declarada nula por el Tribunal Superior de Justicia de la provincia. Los integrantes del máximo cuerpo judicial cordobés entendieron que los magistrados de la Cámara Primera del Crimen incurrieron en un "excesivo formalismo" y determinaron que todo el proceso quedaba nulo y la causa debía volver a juzgarse, esta vez en la Cámara Segunda del Crimen. Ayer, los jueces de esta Cámara dieron por probado el delito y, en forma unánime, calificaron el hecho como "promoción a la prostitución simple". El abogado de la víctima, José María Sagarraga, que había adherido a la petición de la Fiscalía de 13 años de prisión, se mostró -no obstante- conforme con la pena aplicada. Un defensor conocido Por su parte, el defensor de la pareja condenada, el abogado cabralense René Emilio Bosio (ex secretario de la Fiscalía de Instrucción del Tercer Turno de los Tribunales de Villa María, a cargo de Daniel Del Vö), había solicitado la absolución de sus clientes y su inmediata libertad por entender que "la menor mintió", sosteniendo que si bien es cierto que la misma "estuvo en San Luis y Mendoza, lo hizo por su propia voluntad". El caso se remonta a 2007, cuando la chica estuvo desaparecida entre el 2 de enero y el 2 de febrero. Su identidad se reserva porque al momento del hecho era menor de edad. El nombre de la chica trascendió en varios medios de prensa porque su caso comenzó, a principios de 2007, como una de las frecuentes búsquedas de paraderos. Pero un llamado telefónico de la joven a su madre la puso en alerta sobre la posibilidad de que hubiera sido víctima de una red de trata. La chica le confió que estaba en Mendoza y que su tía y el novio habían intentado venderla en un prostíbulo. La "tía", Luisa Bravo, en realidad era una vecina que vivía a la vuelta de su casa y una noche de verano, sin autorización de su madre, se la llevó a Mendoza. Cuando la chica fue rescatada por su madre y por la Policía, su aspecto había cambiado -llevaba los cabellos alisados y teñidos de rojo- y ella les contó que había logrado escapar corriendo cuando Vega y Bravo intentaban venderla en un prostíbulo a cambio de una suma de dinero.
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