Escribe: Juan Manuel Gorno
(De nuestra Redacción)

El fútbol argentino está considerado en el mundo como "uno de los más competitivos". Y en la mesa de la discusión hay un argumento irrefutable: mientras en Europa sobresalen dos o tres equipos por liga que aplastan al resto, acá los chicos te comen los tobillos y la rebeldía es bien entendida para hacerle frente a cualquiera.
Irrespetuosos, a veces irresponsables, los equipos de cualquier rincón del país no se resignan de antemano para jugar contra los carteludos, al contrario. Hacen del cuento de David y Golliat una forma de expresar hidalguía, coraje, orgullo, honor. Entonces quedarse cara a cara con River, por ejemplo, es para muchos "una motivación", por encima de una carga pesada.
Los antecedentes más frescos explican esta realidad. Lo demostró Belgrano de Córdoba en dos "finales históricas". Y lo hizo también Desamparados de San Juan ante San Martín de Tucumán. Y lo ratificó Brown de Puerto Madryn contra Talleres.
El problema de esa rigurosa competencia suele agitar los tiempos. Se piden resultados inmediatos, se desarman rápido las bases de los equipos, los grupos cambian y hay jugadores que entran en vaivenes porque no tienen en los técnicos (ni en la gente) la paciencia que se requiere.
Para aquellos que viven del gol, el asunto se potencia según las rachas.
Cuando el arco se cierra, las miradas desde la platea lastiman. Pero si la bendita contundencia está encendida, el grito generalizado del público contagia y te lleva al "estrellato".
El villamariense Carlos Herrera supo experimentar estas etapas.
En sus años de carrera, el delantero fue gran promesa en las inferiores de Argentino, se curtió entre los jóvenes de Banfield para romperla en el momento de dar el salto, pero razones personales lo devolvieron a la ciudad y tuvo que debutar en el Argentino B, vistiendo la casaca de Alumni.
De ahí en más, Herrera supo lo que es hacer banco en la Liga Villamariense (en Rivadavia de Arroyo Cabral), como así también llegó a ser caratulado el sucesor de Rodrigo Palacio por los medios nacionales, en ocasión que se mostraba en la B Nacional con la camiseta de Huracán de Tres Arroyos.
Sin embargo, su mayor aporte en la red terminó por consagrarlo de nuevo en Alumni, donde renació y encontró de nuevo el impulso, a fuerza de goles para salvar al equipo dos veces consecutivas del descenso.
Partido tras partido, Herrera -aquel del ascenso histórico del "Fortinero" al Argentino A- se puso la responsabilidad en la mochila y la canjeó por definiciones de todo tipo. Por eso la mediocridad en los resultados del conjunto villamariense no alcanzaron a sepultar la luz que emergía desde los pies del goleador.
"Falucho", el "Señor gol", dominó su momento en la competencia y lo llevó hasta la cúspide: fue el máximo anotador de la temporada en el Argentino A (con 21 conquistas), mérito sublime para hacerse lugar en una categoría superior.
La ciudad ovacionó esa gesta individual y hasta el intendente Eduardo Accastello habló con el jugador para que se quedara. No obstante, el "Chulo" Rivoira, que ostenta cierto bagaje de conocimientos como DT del ascenso, vio en el jugador una oportunidad interesante para sumar en Chacarita.
Allá fue entonces "Falucho", a desafiar, como fiel argentino. Y con el convencimiento de poder integrar un equipo titular entre los candidatos al ascenso a primera división.
Tres goles en los últimos dos amistosos del "Funebrero" fueron suficientes para asomar con buenos pergaminos en una línea de ataque con muchas variantes.
Hoy, ese momento especial del villamariense tiene quizás el punto de ebullición más soñado. Porque no siempre se presenta en tu vida -días después de jugar en la cancha de General Roca de Río Negro y para no descender al Argentino B- salir a demostrar en el Monumental, contra River y por los porotos, en uno de los encuentros que quedará en la historia, por lo que significa el debut del millonario en la segunda división del fútbol argentino.
"Estoy ansioso, la envergadura del rival te motiva a querer mostrarte", dice "Falucho" en la previa.
"Al Monumental lo visité una vez, cuando era chiquito, por eso es un sueño para mí", acota, pero aclara: "Ojalá pueda hacer un gol, aunque no podría dormir a la noche".
El registro marcará en el futuro que "Herrera jugó su primer encuentro en el mítico estadio mundialista, a los 26 años", pero el "Señor gol" intentará completar esa página con mayores datos personales.
A fin de cuentas, tanto debió bregar para alcanzar este día, que ahora sólo debe disfrutarlo.