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La lactancia materna no sólo favorece al niño y la mamá, sino a la sociedad, al ahorrar gastos por ausentismo y por utilización excesiva de recursos naturales |
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Finalmente, el contacto íntimo, precoz y prolongado entre usted y su bebé durante la lactancia fortalece los vínculos afectivos entre ambos, estableciéndose un intercambio vital, potente y trascendental entre dos seres que articulan sus deseos de dar uno y recibir el otro y que genera formidables beneficios sobre diversas áreas del crecimiento corporal y mental del niño.
@ Beneficios para las familias y sociedad
Madres trabajadoras que amamantan disminuyen en un 30% el ausentismo por la menor frecuencia de enfermedades que afectan a sus bebés. Esto debería tenerse en cuenta y considerado por los empleadores, no sólo por cuestiones solidarias, sino también por razones económicas y productivas de sus empleadas, tal como se hace en los países más desarrollados del mundo, que otorgan largas licencias para favorecer la alimentación natural, pues las consideran inversiones de altísimo impacto con fuertes compensaciones en términos de salud de la población.
Ahorra dinero a las familias, debido a que en gran porcentaje las mismas no necesitan acceder a diferentes tipos de leches para solventar la alimentación de sus niños. A su vez también se evita el gasto excesivo en medicamentos e internaciones, debido a la comprobada menor frecuencia o gravedad de enfermedades en sus niños.
De cualquier modo, cabe destacar que su condición gratuita no es el único ni esencial valor de la alimentación natural, sino sólo un beneficio colateral bienvenido. La mayor y más contundente razón para su aplicación universal es que constituye la mejor y más perfecta alimentación imaginada para los niños pequeños.
La lactancia materna es un recurso natural renovable. Es fácil comprender el inmenso valor ecológico de este modo de alimentación infantil si se considera, entre otros, la colosal producción de desechos no reciclables o el uso de combustibles tanto para la industria como para la preparación casera de biberones, mientras usted, cualquier madre, todas, conectan cotidianamente el prodigio de ingerir comidas frías y sin necesidad de calentarla, proveer leche tibia a sus hijos.
Organizaciones planetarias, vinculadas a la salud (Organización Mundial De La Salud , Unicef, entre otras), y especialistas en todo el mundo, están de acuerdo en que todas, en tanto bendecidas por la maternidad, están perfectamente habilitadas para producir alimento en cantidad y calidad inmejorables para sus hijos y que nunca, ni el más inteligente proceso industrial podrá siquiera parecerse a la leche que elaboran todas las mamás, ya sea la misma una persona bien nutrida, de una buena clase social o una persona pobre con grandes carencias a nivel cultural, social y de nutrición.
Está claro entonces que si una mujer ha logrado concebir, gestar y parir, con certeza también podrá amamantar a su bebé, ya que estas fases son parte de un todo.
En cuanto a la alimentación de la mamá que amamanta, la misma debe ser sana y equilibrada, su dieta debe estar compuesta por alimentos variados de la cocina casera habitual, en las proporciones convencionales y en la cantidad requerida para satisfacer su apetito, sin necesidad de excederse o de preferir algunos nutrientes por encima de otros con el argumento desacertado de que se precisan para producir más y mejor leche.
En efecto, el alimento óptimo para el recién nacido se logra a partir de todos y cada uno de los nutrientes que una persona adulta sana ingiere para su subsistencia.
Es frecuente que a partir de ciertos mitos sin sustento teórico, la mamá sea sometida a restricciones de algunos alimentos o comidas de buen valor calórico y biológico, cuestionándolos por ser productores de gases. Sin perjuicio de aceptar como fisiológica esa condición como resultado de la digestión normal, no es razonable suponer que el aire generado en el tubo digestivo de la mamá llegue al del bebé por medio de la leche, pues como se sabe el aire no circula por la sangre, único vehículo posible para alcanzar la glándula mamaria. En otras palabras, los gases de su intestino son sólo de usted y no puede transmitírselos al niño.
Sofía Chianalino
Profesora de Educación Física
Preparadora de Partos
Taller Gestación
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