Cuántas obras habrán pasado por su escenario. Cuántos artistas. Cuántos disertantes, pensadores, filósofos. Y cuántos estudiantes -niños, adolescentes y adultos- habrán recibido su diploma en el recinto. Sólo el Teatro Giuseppe Verdi lo sabe. Sólo él lleva ese inventario interminable. Un espacio destinado al arte, la cultura y sobre todo, a los buenos momentos. Pilar de Villa María y su crecimiento en tales materias.
En rigor, el Teatro forma parte de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos. El edificio de esta institución señera de la ciudad lo cobija y resguarda, brindándole la oportunidad de expandirse en sus oficios. Mendoza e Hipólito Yrigoyen son las calles que le dan el compás, y en su interior descansa un café y algunas oficinas. Pero es sobre la avenida que el Verdi brilla hacia el exterior. Se presenta con un cartel parco, casi escondido y sin ánimos de notoriedad. Como si no le hiciera falta presentaciones. Sabe que detrás hay una ciudad que lo conoce de sobra.
Por fuera, el edificio no dice mucho. Una fachada ecléctica donde preponderan los rasgos clasicistas. Aquello queda en evidencia en el almohadillado que bordea los arcos de la planta baja (y que rompe con el resto de los muros) y en los balaustres que soportan el frente de los cinco balcones superiores. Todo muy sobrio y discreto.
Pero por dentro, es el aura la que habla. La sala de estar da paso al foro en sí mismo y a 700 butacas que han visto pasar una larguísima lista de acontecimientos y de artistas de renombre. Horas, días, semanas y meses de recogimiento, entretenimiento y redención impregnados en el ambiente. Piso en pendiente, dos plantas y un escenario con mucha mística y muy buena memoria.
Comienzos
La Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de Villa María fue fundada en 1908 y desde 1909 el inmueble que la alberga comenzó a operar como cine-teatro. Recién el 27 de setiembre de 1991 pasó a llamarse Teatro Municipal Giuseppe Verdi y a depender de la Municipalidad local (hoy bajo los dominios de la Dirección Municipal de Cultura y Educación). Con todo, sus verdaderos dueños fueron, son y seguirán siendo, los miles de villamarienses que asisten al teatro cada vez que la cultura aterriza con propuestas.
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