Entre la mamá y su hijo
La familia es el único espacio del que el niño extrae los fundamentos que lo acompañarán a lo largo de su vida. Por lo tanto todo ser humano cuando necesita del sostén físico y emocional de quien ejerce la función materna, para poder desarrollarse como tal.
Desde el comienzo, la mamá y su hijo establecen un estado fusional, una conexión especial que continuará a lo largo de la vida, pero que debe ir cambiando para permitir el desarrollo independiente del niño así como el de su madre como individuo adulto que además posee otros intereses.
Tan fuerte es la unión entre ambos que durante la primera infancia es usual que los niños expresan en sí mismos los estados emocionales de su progenitora.
Quien se encuentra en esta situación no suele ser consciente de la misma, desconcertando a quienes lo rodean. Los familiares y hasta los médicos no interpretan los cambios de humor, tales como los llantos reiterados de los bebés, irritabilidad, alteraciones en la alimentación, sueño o enfermedades frecuentes.
Algunos especialistas en maternidad aseguran que cuando no es posible calmar a un bebé, acunándolo o amamantándolo, cuando rechaza el pecho, cuando no se conecta con su entorno, no duerme de noche o manifiesta estados febriles repetidamente hay que preguntarse qué le ocurre a su mamá.
La Atención Temprana se constituye como un espacio de escucha e intercambio entre la madre y el niño en el que se favorece la búsqueda de diferentes estrategias de comunicación.
Es importante que quienes asistimos a la madre y al niño en este período de su vida tengamos en cuenta estos indicadores para construir a su alrededor un espacio de escucha y contención donde la palabra pueda tener cabida, y el acompañamiento oportuno les permita el desenvolvimiento positivo que ambos necesitan.
Servicio de Educación Temprana
Instituto Especial "Del Rosario"
"Sentir en la vejez"
¿Es el destino o es una necesidad absoluta el hecho de que cuando seamos mayores estaremos solos? Quizás, quien fue nuestra pareja se ha orientado ya en otra dirección todavía con la esperanza de poder sentirse bien acogido o tal vez ya no se tiene mucho que decir al otro o puede que uno de ellos haya fallecido.
Sea como sea: uno está solo. La breve felicidad se disolvió y de querer sentirse acogido ya no se habla. En lugar de haber logrado sentirse acogido, se está expuesto al miedo y a la preocupación de cómo seguirá todo.
De vez en cuando se sueña con el pasado, pero también esos recuerdos sólo incitan a la amargura; uno se había imaginado esta vida diferente. Las expectativas no se cumplen. En lugar de sentirse pleno, sobreviene un gran vacío pues no se logró el sentirse acogido. A más tardar en la vejez se reconoce que el “sentirse en casa”, el haber logrado sentirse acogido, era una ilusión, un autoengaño que deja con frecuencia un amargo sabor de boca.
La mayoría buscan en otros aquello que ellos no tienen. Proyectan sus deseos en unos cuantos aspectos que el otro parece poseer y creen que con esta persona que representa la imagen de sus deseos, podrán sentirse “bien acogidos”.
La realidad es que el hombre sólo atrae lo que él mismo es, y no lo que quiere tener, puesto que lo igual atrae siempre a lo igual. Si después de un tiempo el ser humano tiene que reconocer que con lo que quiere y con sus deseos no se siente acogido por esa persona, entonces se cansa de ella. En realidad esa persona se ha hartado de sí mismo porque no ha conseguido del otro lo que había proyectado en ella.
Aprende y practica a encontrarte a ti mismo, sabiendo que en ti está la vida eterna, que tú no estás solo. Tú sólo puedes ser feliz y libre si vives de manera que le vaya bien a todos.
Por eso, la gran meta de nuestra vida podría resumirse, entre otras, con las siguientes palabras: yo soy feliz cuando a mi prójimo le va mejor a que a mí mismo. Si esa afirmación se realiza, entonces haremos todo lo que nos sea posible para que les vaya bien a todos los seres vivos. También tendremos en cuenta a la maltratada Madre Tierra.
Maximiliano Corradi
DNI: 27090991
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