En estos casos, es necesario mantener la calma y actuar de manera organizada. “Para ello, acompañe al estudiante a una sala y solicite a un colega, en lo posible con capacidad de contención y buen vínculo con el niño, niña o adolescente, que se sume al encuentro (...) Respecto del resto del alumnado, es preciso que se hallen con un docente que les transmita tranquilidad y seguridad”, describen los autores de la Guía.
Se apunta que la situación es de gran sensibilidad, por lo que la estrategia debe direccionarse a priorizar su salud.
“En el caso de que el estado psicológico y/o emocional sea riesgoso para sí mismo o para terceros, es recomendable dar aviso a los padres, relatando el estado general, procurando evitar comunicarles telefónicamente la hipótesis de consumo de drogas, e instándolos a presentarse en la institución cuanto antes”.
Piden que se intente conversar con el estudiante, no contradecirlo y mostrar la preocupación por el chico.
Que el estudiante admita haber consumido drogas, no significa que sea un “adicto”. Es probable que sea el caso de un experimentador. “Generalmente los consumidores más experimentados cuidan los ambientes en los cuales se muestran bajo efectos de sustancias”.
Tampoco debe llamarse al servicio de emergencias sólo porque el estudiante admitió haber consumido alguna droga. Sí debe hacerlo, si muestra una conducta que se evalúa de riesgo para sí mismo o para terceros.
Se debe poner en conocimiento del supervisor lo registrado, quien evaluará la necesidad de otras intervenciones.
Se sugiere realizar una actividad con los compañeros del estudiante para conversar y aclarar lo sucedido, así como también talleres de sensibilización con el resto del alumnado.
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