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El sábado se interpretó “Torta de chocolate” |
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Dos mundos. A priori, dos polos opuestos tanto social, económica como generacionalmente.
Una anciana solitaria y desvariada, encerrada en sus propios laberintos de la memoria, y un joven de Villa Fiorito con un “chumbo” en la mano y todo el odio de la sociedad a cuestas. En suma, dos marginados resignificados por la lógica discursiva del “status quo”, bajo el repertorio de estigmas que emergen de sus posiciones desplazadas.
El encuentro casual entre ambos se ofreció como un fresco reflexivo en la obra corta “Torta de chocolate”, interpretada por Sergio Martínez (en la piel de José) y Nilda Angeli (encarnando a Elena, además autora de la pieza), del elenco teatral Fray Mocho de Buenos Aires. Vale decir que la compañía arribó a nuestra ciudad, por primera vez, para brindar dos espectáculos durante el pasado fin de semana en El Globo Rojo (“Torta...” el sábado y la segunda pieza, “Cosas de mujeres”, se representó el domingo por la noche).
En rigor, “Torta...” intenta demostrar no sólo el descalabro de una sociedad expulsiva, sino también que, a fin de cuentas, es el amor -aquel emergente de la fraternidad y la bondad vinculantes-, el único que logra vencer las barreras del prejuicio y reunir nuevamente los lazos sociales en una sola mancomunión afectiva.
Elena cree reconocer en José, el asaltante que irrumpe en su domicilio perseguido por “la yuta”, a su hijo, primero, y a su noviecito de la juventud, después. Esos diálogos fuera de tiempo comienzan a enternecer al “pibe chorro”, que nunca conoció a su padre y que fuera abandonado de “guacho” por su madre. Todo lo que le había robado a “la vieja loca”, lo devuelve sigilosamente luego que recibiera de ella un encantador beso en la mejilla.
José cuando vomita sus verdades no mira a Elena sino al público -como destreza del libreto-, incrustando esa voz que casi nunca se escucha en las crónicas policiales. “Cuando nacemos somos todos iguales, desnudo el rico y el pobre, pero después la sociedad te viste con palabras que no te las sacás más”, traza José en una máxima sociológica. Al igual que autores como Federico Jeanmaire en “Más liviano que el aire”, Angeli monta el encuentro abuela-ladrón oscilando entre la comedia y el drama. Por su parte, Martínez se lleva los laureles con su caracterización más que verosímil, utilizando no sólo un léxico particular sino toda una entrega corporal y gestual acorde a su personaje.
Juan Ramón Seia
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