Eran alrededor de las 14 de ayer cuando sonó el celular de Omar Nebreda. El hombre estaba tranquilo en su casa de Villa Nueva. Para muchos, era la hora del almuerzo o la siesta provinciana. Para los Nebreda, la hora de la pesadilla.
“Una voz seria se identificó como el comisario... no recuerdo ahora el apellido... Me preguntó si yo tenía un hijo estudiando en Córdoba que se llama Nicolás. Le dije que sí y le pregunté si había pasado algo. Me dijo que había ocurrido un accidente en la Ciudad Universitaria pero que mi hijo estaba bien. De todos modos, me alarmé”, comenzó relatando anoche Omar Nebreda en la Redacción de EL DIARIO.
A pesar de que habían pasado algunas horas, aún le temblaba un poco la voz a causa del estrés vivido poco antes.
“Entonces, cambió el tono y se puso agresivo. Me dijo que tenían secuestrado a Nicolás y que si no pagaba un rescate lo iban a matar. De fondo, escuché una voz que gritaba, como gimiendo: ‘¡Papá, papá, pagá que me van a matar!’. Me pareció que era la voz de él. Ya se pueden imaginar mi desesperación”, narró el hombre.
“Con un tono muy violento y palabras no reproducibles, el tipo me dijo: ‘Esto va en serio, si no pagás lo matamos. No te hagás el vivo y cortá todos los teléfonos de la casa. Dejá encendido solamente el tuyo y ya te vamos a volver a llamar’. Le dije que no tenía dinero, que soy un laburante y mi esposa es docente. Pero no sirvió de nada. Y de fondo, cada tanto, escuchaba los gritos de quien yo creía que era mi hijo. Yo estaba muy nervioso. ‘Dame 7.000 pesos y lo soltamos’, me aseguró. Llevá la plata a la estación de servicio que está cruzando el puente’ (Ramonda). Y me pidió que dejara el dinero en un cesto de basura”, contó la víctima.
“Eso hice y llegué, siempre por instrucción telefónica del secuestrador, haciendo una cuadra más, a la esquina de Belgrano y San Luis. Pero como había mucha gente a esa hora en ese lugar, siempre por teléfono, me dijo: ‘Hay mucha policía por acá, andá al barrio Las Playas, a la esquina de Perón y Arturo M. Bas. Ahí también hay un tacho de basura. Dejá la guita ahí’. Y yo le preguntaba cuándo me iban a entregar a mi hijo. ‘Vos dejá la plata y te lo vamos a entregar’, me aseguró. Dejé el dinero y seguí viaje. Pero a las pocas cuadras, decidí pegar la vuelta. Los siete mil pesos ya no estaban donde los había dejado. Vi a dos chicas poco antes en el lugar, pero no sé nada más. No sé qué pensar. Creo que todo el tiempo me estuvieron siguiendo, porque me decían cosas como si me estuvieran viendo, cosas como ‘no abrás la ventanilla del auto’, por ejemplo”, explicó Omar Nebreda.
Poco después, cuando se enteró de lo ocurrido, su hija María Eugenia se comunicó con su hermano que estaba en Córdoba. “Le pregunté a Nicolás adónde estaba y me contestó que estaba en su departamento, a punto de almorzar. ¿Estás seguro? ‘¡Claro!’ me respondió. Entonces, todos pudimos respirar”, concluyó la joven.
“La plata no me importa; no es que no la necesite pero al lado del momento que pasamos, no es nada. Y queremos contarlo para advertirle a la gente, que tenga precaución”. Así cerró su relato el villanovense, quien aprovechó para destacar la buena disposición policial.