Escribe: Jesús Chirino
Es conocida la historia de las visitas de Arturo Jauretche a Amadeo Sabattini en la ciudad de Villa María. Repasamos aquí algunas de las distintas menciones que el pensador argentino realizó de sus visitas al líder radical que por años vivió en su casa de la calle Mariano Moreno de esta ciudad.
Acercar radicales al peronismo
Cuando el 6 de setiembre de 1930 mediante un golpe de Estado fue derrocado el Gobierno radical, comenzó una década donde el fraude a la voluntad popular se enseñoreó en el poder político del país. Con la salvedad del Gobierno sabattinista en Córdoba, entre 1936 y 1940.
El 4 de junio de 1943 se produjo otro golpe de Estado que terminó con la Presidencia del catamarqueño Ramón Castillo que, siendo vicepresidente de la Nación, asumió la primera magistratura luego que renunciara el presidente Roberto Ortiz. Habían llegado a la Casa Rosada, en elecciones tachadas de fraudulentas, como candidatos de la alianza entre el Partido Demócrata Nacional, el Partido Socialista Independiente y la Unión Cívica Antipersonalista (antiyrigoyenistas).
A partir del ‘43 se inició un complejo proceso histórico que fue visto con mucho interés por los integrantes de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), fundada el 29 de junio de 1935 por radicales disidentes. Arturo Jauretche integraba ese espacio de militancia ideológica que intentaba recuperar las ideas de Hipólito Yrigoyen levantando las banderas de lo popular y la defensa nacional. No pasó mucho tiempo para que comenzara a destacarse, de manera pública, un militar que integraba el Gobierno surgido del golpe del ‘43. Era un hombre del que Jauretche había escuchado mucho, quiso conocerlo y tuvo una muy buena impresión de Juan Domingo Perón. La relación fue avanzando y se convirtió en su asesor político. En algún momento se reunía todas las mañanas con él. Pero Perón no la tenía fácil en el gobierno, pues disputaba espacios con contrincantes de peso. De todas maneras fue avanzando con su estrategia y el grupo de FORJA lo apoyaba con Jauretche como principal colaborador en el acercamiento a sectores radicales personalistas, que rescataban el ideario nacionalista de Yrigoyen. En un momento el hombre de FORJA lanzó un documento cuyo título terminó transformándose en consigna política del sector “radicalizar la revolución -en relación al proceso iniciado en el ‘43- y revolucionar el radicalismo”. Según cita Norberto Galasso en su biografía de Perón, Jauretche señaló que “coincidimos en que había que ganar la Revolución porque aunque muchos no lo hayan creído así, lo cierto es que Perón nunca tuvo el gobierno en sus manos por esa época. Tenía cierta parte del poder, pero no todo el poder y debía luchar continuamente para que el proceso político y gubernativo no se le escapara de las manos. El general Perlinger, por ejemplo, lo enfrentaba a cada momento (…). De modo que la tarea de ganar la Revolución era algo previo y básico (…). Por eso, durante casi un año, lo vi a Perón todos las mañanas a las 8, en el Ministerio de Guerra, hasta mediado de 1944. Por ese tiempo, yo viajé mucho al interior, con la intención de ir arrimando amigos a nuestra idea. Participé de muchas reuniones: en Santa Fe, con Roque Coulin, Pedro Murúa y Alejandro Greca; en Rosario, con Alejandro Gómez y Héctor Gómez Machado; en Mendoza, con Alejandro Orfila. Recorrí, prácticamente, la provincia de Buenos Aires entera. Me entrevisté en varias oportunidades con Sabattini, en Villa María.
Todos los amigos, con mayor o menor decisión, apoyaban el planteo de ganar la Revolución, pero algunos fueron indecisos cuando llegó el momento. Fue el caso de Sabattini, que un buen día, en 1944, se fue al Uruguay sin que nadie lo molestara (…) yo debí viajar varias veces a San Ramón, donde se radicó”.
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