Escribe: Alberto Galeano

“Oh, Dios, ábreme las puertas”, dijo en un mensaje escrito el egipcio Mohammed Atta, uno de los secuestradores de los aviones que protagonizaron los atentados del 11 de setiembre de 2001.
Los 19 miembros de Al Qaeda que participaron de la operación -quienes fueron identificados de inmediato-, habían vivido en Estados Unidos durante más de un año y tomado lecciones de aviación en Florida, señala un informe de la investigación de la Comisión del 11-S.
A las 8.45 del martes 11 de setiembre de 2001, el vuelo 11 de American Airlines, con 91 mil litros de combustible, se estrelló contra la torre norte del World Trade Center en Nueva York.
El impacto dejó un enorme agujero entre los pisos 80 y 110 del rascacielos, matando instantáneamente a centenares de personas, mientras que un número no determinado quedó atrapado en los pisos más altos.
Dieciocho minutos después, mientras se iniciaban las evacuaciones en la torre norte, el vuelo 175 de United Airlines chocó contra la torre sur, cerca del piso 60 del rascacielos.
Todo empezó cuando cuatro aviones fueron secuestrados en ruta a California, luego de partir de los aeropuertos de Boston, Washington-Dulles y Newark. Los secuestradores usaron simples navajas para reducir a las azafatas y a los pilotos, según la Comisión del 11-S.
Mientras miles de personas observaban los sucesos en Nueva York, otro avión se estrellaba contra el lado oeste del Cuartel Central del Pentágono a las 9.45 de la mañana, causando un incendio devastador.
Informes oficiales señalaron que un total de 125 personas, compuestas por civiles y militares, murieron en el Pentágono, en el Estado de Virginia, junto con las 64 personas que abordaron ese vuelo.
Poco después de ser golpeado el centro militar más importante de Estados Unidos, colapsó la torre norte del World Trade Center y, a las 10.30, la torre sur corrió la misma suerte.
Las estructuras de acero de los rascacielos no pudieron soportar el tremendo fuego generado por el combustible de los aviones, según el informe de la Comisión 11-S.
Un total de 2.973 personas murieron en el World Trade Center, mientras que otras 24 personas fueron consideradas desaparecidas.
Entre los muertos figuran los 19 secuestradores, mientras que otras 10. mil personas resultaron heridas, algunas en forma severa.
Mientras tanto, un cuarto avión que había partido desde California, el vuelo de United Airlines número 93, fue secuestrado 40 minutos después de dejar el Aeropuerto Internacional de Newark, en Nueva Jersey.
Gracias a que el avión demoró en despegar, los pasajeros se informaron de los hechos ocurridos en Nueva York y Washington y a través de sus celulares, se comunicaron con sus familiares.
Un grupo de pasajeros y asistentes de vuelo se enfrentó a los secuestradores. Uno de los pasajeros, llamado Thomas Burnett Jr., dijo a su esposa en una llamada de su celular: “Yo sé que todos vamos a morir. Te amo, querida”.
Los pasajeros lucharon con los secuestradores y el avión cayó a las 10.10 de la mañana en un campo rural de Shanksville, Pennsylvania, muriendo 45 personas.
Las intenciones del blanco del último avión no fueron conocidas, pero las distintas teorías de los investigadores señalan que la aeronave se dirigía probablemente hacia el Capitolio o la Casa Blanca. También hubo una versión no confirmada de que la aeronave fue interceptada por aviones militares.
Poco después del 11-S, la Agencia Federal de Investigaciones (FBI) encontró un documento escrito en árabe en el equipaje de Atta, en el aeropuerto de Boston, que al parecer era un manual de instrucciones para las últimas horas de los secuestradores.
“Ha llegado la hora del juicio. Debemos estar convencidos de que nos quedan muy pocas horas de vida. Después viviremos otra vida más feliz en el paraíso eterno”, escribió Atta, quien según el FBI era el líder del grupo de secuestradores.
Aquel día, el presidente republicano George W. Bush, quien se había escondido en un refugio al conocerse la noticia de los ataques, retornó a la Casa Blanca poco después de las nueve de la noche y pronunció un discurso al país.
“Los ataques terroristas pueden sacudir los cimientos de nuestras más grandes construcciones, pero ellos no pueden tocar los cimientos de Estados Unidos”, afirmó Bush.
El mundo nunca fue el mismo después de los atentados del 11-S.
“Mucha gente en Londres no puede creer que esto haya pasado y esa es también la percepción de los medios de Estados Unidos”, dijo por teléfono el chileno Leandro Sepúlveda, investigador del Centro para Empresas y la Investigación del Desarrollo Económico, Middlesex University Business School, del Reino Unido.
Sepúlveda, quien vive en Londres desde hace siete años, con algunos paréntesis de viajes a la Argentina, afirmó que los ataques del 11-S fueron “muy diferentes a la concepción de la guerrilla romántica latinoamericana: no hay lugar para la comparación”.
El 7 de octubre de 2001, Estados Unidos invadió Afganistán para desalojar a los talibanes y destruir las bases del líder de Al Qaeda, el millonario saudita Osama Bin Laden.
Dos meses meses más tarde, los talibanes fueron derrotados pero la guerra continuaba. Posteriormente, en marzo de 2003, Bush lanzaba una operación militar en Iraq -sin el apoyo de las Naciones Unidas- para derrocar a Saddam Hussein.
Casi diez años después del 11-S, Bin Laden fue abatido por un comando especial estadounidense en Abbottabad, cerca de Islamabad, la capital de Pakistán, el 2 de mayo de 2011.