Hace 13 años ya que Raúl Melia y Andrea Schnidrig llevan por todo el país su planetario portátil. Por el domo de su pequeña cúpula inflable ya pasaron más de 150 mil chicos. Se presentarán viernes, sábado y domingo en el Campus, en el marco de la Tecnoproductiva 2011. Una oportunidad única para que chicos y grandes viajen al espacio con los cohetes de la imaginación y el entusiasmo de la curiosidad inalterada.
Si un niño viera en el salón de fiestas de un cumpleañitos un raro castillo inflable con forma de iglú, nunca adivinaría que se trata de un planetario móvil. Más bien se vería tentado a creer que está ante una construcción semicircular como un horno de barro que, silenciosa pero persistentemente, lo llama a entrar. Pero una vez dentro, el niño se dará cuenta que no es el único; que hay otros 40 chicos más como él sentados en almohadones en el piso, que en el medio del iglú hay un cañón apuntando al cénit de esa pequeña bóveda celeste y que, entre ruido de grillos y chicharras, va disminuyendo la luz. El maravilloso fenómeno del atardecer se reproduce dentro de aquella extraña cápsula hasta que el plafón de la cúpula empieza a encenderse con más de tres mil estrellas, las que se pueden ver a simple vista en una limpia noche del hemisferio sur. Entonces la voz de Raúl y Andrea dan la bienvenida al Planetario Móvil “Carl Sagan” y así, casi pidiéndoles a todos que se ajusten los cinturones de la imaginación, empiezan un viaje al misterio de los misterios: el espacio. Ese espacio infinito donde flotan galaxias como enjambres fervientes, millones de estrellas como espirales de raros insectos luminosos zumbando, galaxias separadas por siderales distancias entre sí y por desiertas noches tan espesas como el vacío. Ese espacio que se expande a partir de un centro cada vez más lejano hacia las afueras del vértigo y donde, tras varias vueltas por cielos e infiernos, volvemos otra vez “a casa”, a aterrizar en ese puntito azul llamado Tierra y luego otra vez al cumpleañitos.
Pero algo ha cambiado en el alma de los chicos, porque tras esa experiencia crucial ningún ser humano vuelve a ser el que era, como pasa por otra parte luego de todos los grandes viajes. Ahora son ellos los que, sin prestar demasiada atención a los castillos, han salido corriendo al patio a ver en el cielo estrellado “real” lo que Raúl y Andrea les mostraban en aquella cúpula virtual. Allí está la roja estrella “Antares”, allí se forma clarita la constelación del “Escorpión”, más abajo la Cruz del Sur apuntando a la Antártida y brillando en una de sus puntas con Alfa del Centauro, un sistema de soles gemelos. Y al oeste, poniéndose como un lejano globo aerostático que cae pesado, Saturno, el “señor de los anillos”, que parece una estrella pero que no lo es. Y los chicos lo saben, porque todos se han quedado mirando el cielo con una emoción nueva, llenos de un ansia casi incomprensible. Sus pechitos se han llenado de nuevas y extrañas preguntas pero también de una felicidad inédita: la de haber viajado por el cielo y tener algo de aquel espacio infinito en el aire de sus pulmones.

Raúl y Andrea viajan al cielo

Hace más de 20 años que están casados y componen un “maridaje ideal” no sólo como pareja, sino como proyecto científico: él es aficionado a la Astronomía desde su más tierna edad y ella, profesora de Biología, se especializa en la preparación de alumnos para las ferias de ciencias nacionales. Así se conocieron en su Santa Fe natal, así viven en Carlos Paz hoy y así viajan a cuanta feria los invita; con un entusiasmo por mostrar el universo proporcional a la curiosidad de los chicos por asomarse al cosmos.
“Hace 13 años que llevamos adelante este Planetario Móvil”, comenta Raúl. “Lo compramos en los Estados Unidos y es un Starlab, un proyecto de ciencia que se desarrolló en las escuelas secundarias norteamericanas en los años ´80 y que después lo terminaron comercializando. Cabe adentro del auto y con él vamos a todas partes”.
Y ese “todas partes” incluye una larga lista de páginas perfectamente impresas que Raúl muestra con orgullo: ferias de ciencias de todo el país, fiestas y exposiciones en Córdoba, Catamarca, La Rioja, Santa Fe y Buenos Aires. Sus últimas presentaciones fueron en la Feria Nacional de las Termas de Río Hondo, La Feria del Pomelo en Formosa, la Expodemostrativa y el Prociencia de Chivilcoy. Y esta es la tercera vez que vendrán a Villa María.
“Ya pasaron más de 150 mil chicos por nuestro Planetario, que fue declarado de Interés Municipal en 60 localidades”.
Cada “pasada” concentra a unos 40 chicos sentados en almohadones, una narración científico-mitológica de media hora que cuenta generalidades del universo desde los antiguos hasta nuestros días y luego, treinta minutos interactivos.
¿Las funciones del planetario están concebidas sólo para los niños?
- “No, nuestras charlas pueden ser adaptadas a todos los niveles. Además, los grandes se enganchan muchísimo. Hace poco hicimos funciones para ingresantes a la carrera de Astronomía -comenta Raúl-. También nos adaptamos al nivel popular haciendo un mix entre show y ciencia, entre clase y performance.”
¿Qué cosas son la que más preguntan los chicos?
- “A los varones les encanta la astronáutica y los viajes espaciales y vinculan todo esto con la tecnología –dice Andrea- La gran mayoría sabe más de Astrología que de Astronomía. Y cuando ven las constelaciones, todos preguntan por la suya y por qué cada uno tiene el signo que tiene. Es una muy buena excusa para empezar a hablar de las constelaciones.”
¿Cuál es el espíritu de cada función?
- “El objetivo nuestro es que los que salgan del Planetario miren el cielo esa noche y distingan en vivo lo que estuvimos viendo de forma virtual -señala Raúl-. Nuestra idea es incentivar la observación del cielo a simple vista, como hacían los antiguos, que es por otra parte como empezó la Astronomía. La idea es que todos se vayan aprendiendo algo y con más ganas de saber.”
¿Los chicos de ciudad han perdido la costumbre de observar el cielo?
- “Los chicos del interior conocen mucho más el cielo que en las ciudades -dice Andrea-; a tal punto que en los pueblos todavía guardan la costumbre de acostarse boca arriba en el pasto y mirar las estrellas.”
Es inevitable que les pregunte por Carl Sagan, que le da nombre al Planetario…
- “Es un homenaje a quien hizo llegar la Astronomía a todo el mundo. Y nosotros también queremos eso, llegar a la mayor cantidad de gente posible -concluye Raúl-. Carl Sagan hizo un quiebre en los paradigmas; antes la ciencia era para unos pocos elegidos pero él propuso que cualquiera que se esfuerce puede estudiar y alcanzar sus sueños. A veces vamos a pueblos muy chiquitos y siempre llevamos ese mensaje a los chicos: ‘Ustedes pueden estudiar y dedicarse a esto de por vida, sólo hay que tener ganas y el camino está abierto para todos’. Eso es lo que siempre decimos.”

Iván Wielikosielek
Especial UNVM