Escribe
Pepo Garay
Especial para EL DIARIO

Tan austera e introvertida ella, se queda en silencio. Calla lo que tiene, bellezas, y las cuida como un tesoro. Está repleta de lugares fantásticos, le brotan por doquier. Pero no los grita. Así evita el escándalo, y el mal rato. Es su forma de mantenerse intacta.
Catamarca sigue al margen de los rankings turísticos. Sin la publicidad con la que otros distritos se hacen fuertes en la materia, la provincia norteña conserva la sencillez y autenticidad de los tiempos viejos. Una condición que el viajero aprecia en su búsqueda por lugares que lo apasionan.
Vecina de la cordillera de los Andes, son las montañas las que dominan su territorio. Así, la pureza que ostenta se traduce en ondulaciones constantes y pluralidad de colores, en paisajes diversos y sorprendentes, multiplicados a lo largo y ancho del territorio. Apetitosa la propuesta.

Rumbo al oeste

Lo más espectacular de Catamarca está sin dudas en el extremo oeste. Allí, junto al macizo montañoso que marca la columna vertebral del continente, se encuentran las mejores joyas. Bien al norte, apartado del mundo, aparece Antofagasta de la Sierra. Perdido en la inmensidad de la Puna, el poblado está rodeado de fascinantes paisajes desérticos, que se extienden interminables a los costados. Es la traza de los cerros la que fortalece el todo, impregnando al lugar de imágenes hechiceras. Con mil y pocos habitantes, cautiva al visitante la posibilidad de contemplar cómo viven sus habitantes, la mayoría de ellos descendientes de atacameños y diaguitas. Sorprendente universo rodeado a lo lejos por las Lagunas del Diamante y Grande (donde pululan los famosos flamencos rosados), el Volcán Galán y el Salar del Hombre Muerto, ubicado a cuatro mil metros sobre el nivel del mar.
Menos aislado, pero igual de cautivante, el Departamento Tinogasta surge al sur de Antofagasta con dosis extra de esplendor. Su referente turístico es Fiambalá, un delicioso pueblo cercado por viñedos y sierras. Callecitas de tierra y amabilidad en los vecinos sirven como aditamento a las esplendidas panorámicas que arroja el entorno. Aquí el fuerte son las termas, descubiertas hace algunos años en un macizo montañoso cercano, y las excursiones al Paso de San Francisco. En la frontera con Chile, este increíble punto del mapa combina gargantas rocosas con horizontes alucinantes. Ambiente en altura, desolado, donde la emoción viene en forma de cúspides. Varias de ellas cercanas a los siete mil metros, como la del volcán Ojos del Salado, por ejemplo.
Otro atractivo de la región son las enormes dunas de arena. Cercanas a Fiambalá, destacan las de la localidad de Saujil.

Regreso al este

De regreso hacia el este, el primer Departamento en aflorar es Belén. Tras visitar la cabecera regional que lleva el mismo nombre, sus monumentos religiosos y su quebrada, el desembarco se produce en Londres, una de las localidades más antiguas de nuestro país. Aquí, además del escenario serrano, el viajero disfruta con la visita a las ruinas de Shincal. Antigua ciudadela indígena, fue destruida por los españoles en su llegada a la zona, a principios/mediados del Siglo XVI.
Luego, en avanzada hacia la capital provincial, surge el cordón de Ambato. Un precioso accidente observado por grandes cumbres, como la del Manchao (4.400 metros). La paz y el relax tienen domicilio en los municipios cercanos, tales como Aconquija o El Rodeo, muy populares entres turistas catamarqueños y tucumanos. Los ríos lindantes y el paisaje general bastan para comprender el porqué de su fama.
La última parada será San Fernando del Valle de Catamarca. Una ciudad amena y agraciada, que se deja recorrer al ritmo tranquilo de los locales. Los puntos álgidos son la Catedral y el Templo de San Francisco, iglesias que corporizan el espíritu religioso de la capital. Pero además de la caminata entre el cemento, lo que convoca es el paseo por los alrededores. En ese sentido, el imperdible es el tour por los llamados balcones de la Cuesta del Portezuelo. Una carretera serpenteante coronada con los diques El Juncal y Las Pirquitas, repleto de panorámicas y buenos momentos.
Tímida como siempre, Catamarca tiene mucho para mostrar. Una paradoja que le sienta estupendamente.