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El autor de la nota, en uno de los momentos del encuentro mundial católico |
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El 16 de agosto se dio inicio a la Jornada Mundial de la Juventud, uno de los eventos más importantes que tiene la Iglesia Católica, al que asistieron un millón y medio de jóvenes de más de 170 naciones dispuestos a compartir un encuentro festivo con sus coetáneos en torno a Jesucristo.
En los días previos a la jornada, más de 40 diócesis españolas recibieron a los peregrinos que luego iban a ir a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
Los de la Diócesis de Villa María, y la Arquidiócesis de Córdoba se alojaron en la ciudad de Baena (*). Los organizadores habían pedido alojar a los cordobeses argentinos para poder conocerlos ya que Baena forma parte de la provincia de Córdoba de España.
“Me cayeron muy bien los argentinos”, “eran muy divertidos” decían los españoles que los habían alojado tres noches en sus casa.
El martes 16 de agosto Madrid y sus ciudades vecinas se llenaron de peregrinos.
Esa mañana se distribuyeron las comunidades en sus lugares de alojamiento, algunos en hoteles, otros en casas de familia, pero la mayoría dormía en clubes o galpones en el piso: “Es incómodo, 400 durmiendo en un salón y compartiendo los baños y duchas, pero poder ver al Papa es lo más importante”, dijo un peregrino.
Se organizaron diferentes charlas de los distintos movimientos católicos como los neocatecumenales, el movimiento de Comunión y Liberación, entre otros.
Pero las peregrinos alojados fuera de la capital no podían asistir ya que la última hora de salida de los colectivos de Madrid era a las 23.10 y las charlas no terminaban hasta después de las 23.30. En ese aspecto faltó un poco de organización por parte de los españoles.
El segundo día de la Jornada ponía a disposición de los peregrinos el programa cultural de Madrid para visitar, que incluía conciertos, exposiciones, muestras, visitas guiadas a museos, obras de teatro y un largo etcétera. A las 10 de la noche del mismo día obispos de todo el mundo esperaban a los jóvenes para dar las catequesis en los distintos idiomas, tocándoles a cada uno un lugar en especial ya sean escuelas, iglesias, auditorios o polideportivos de la ciudad de Madrid.
El tercer día empezó con catequesis como el día anterior, luego las calles de Madrid se volvieron a llenar de jóvenes para recibir a Benedicto XVI que pasó entre los jóvenes con el famoso papamóvil, muy custodiado por chatas blindadas, motos, patrullas, policías a pie y tres helicópteros.
A las 19.30 en la plaza de la Independencia se llevó a cabo el acto de bienvenida al Papa para luego ir a la plaza Cibeles donde se expusieron doce imágenes de la Virgen a la cual los jóvenes le cantaban, adoraban y rezaban. Esa noche se llenó de cantos a la Virgen en todos los idiomas. Los madrileños decían que era increíble ver a tantos jóvenes de todas partes del mundo y que llenaban de alegría toda la ciudad.
El viernes 19 se concretó el Vía Crucis, el que en cada estación estaba un paso de la Semana Santa española, y jóvenes cargaban la cruz peregrina.
La mañana del 20 de agosto los peregrinos fueron al más importante evento de la Jornada, la vigilia en el aeródromo de Cuatro Vientos. Esta empezó con un acto preparativo. El Papa fue muy bien recibido por los dos millones y medio de jóvenes que se encontraban en el lugar. Ese día fue de mucho calor (42 grados centígrados) por lo que un camión de Bomberos pasaba mojando a los peregrinos.
A las 9 de la noche se celebró la Santa Misa en medio de una fuerte tormenta y por ello los peregrinos no pudieron recibir la Eucaristía.
Terminada la misa y el discurso del Santo Padre los jóvenes pasaron la noche en el aeródromo. “Era impresionante ver hablar a los jóvenes en distintos idiomas y poder entenderse, los que podían se comunicaban en inglés”, apuntó un periodista. La mayoría de los peregrinos había llevado algo para cambiar con los jóvenes de otras naciones, llevaban desde pines hasta banderas de su país para intercambiar. Todos se llenaron de recuerdos de esa noche.
La próxima Jornada se llevará a cabo en Río de Janeiro dentro de dos años y no cada tres como se acostumbraba para no superponerse con el torneo mundial de fútbol.
Se espera que en la próxima jornada se duplique el número de peregrinos. En mi caso no puedo esperar más para la próxima jornada.
Humberto Quiñónez
(*) En Baena, en uno de los templos en que se hizo el cierre de las pre-jornadas, concurrimos junto a muchos chilenos, mexicanos, españoles y argentinos. Después del ingreso de los seis sacerdotes, entré con una guitarra, me senté en las escalinatas del altar y mi padre Ricardo cantó "Ojos de cielo". Fue una gran emoción, y más aún cuando en el estribillo todos empezaron a aplaudir y a cantar, algo que nos dejo sin palabras. Todos conocían la canción.
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