Aunque se lo conocía como el Elvis Presley británico, Cliff Richard se asemejaba más a rockeros ligeros como, por ejemplo, Ricky Nelson. Era un vocalista agradable que sabía moverse sobre el escenario y que intuía perfectamente el secreto de la nueva corriente musical juvenil, lo que lo convertía en una figura muy superior en comparación con ídolos que le fueron precedentes en la historia de la música y que, por otra parte, eran oriundos de una misma nación.
De todos modos, Cliff Richard descubrió pronto la rentabilidad de cantar baladas y, en consecuencia, cautivar a una variada franja etárea que lo había proyectado como su ídolo mediático. Su cristianismo militante terminó distanciándolo del rock and roll, género que fue quedando relegado a un apartado nostálgico en cada uno de sus conciertos. La figura de Richard aparece en escena cuando el panorama musical se encontraba atiborrado de propuestas y sonidos convencionales, música romántica, carencia de ideas capaces de introducir modificaciones y cambios sustanciales a lo tradicionalmente impuesto.
Esta situación se alteró con la aparición de un ritmo llamado "skife", un perfil emparentado con el jazz norteamericano y que por su extremada sencillez animó a varios intérpretes a la carrera de sus sueños. Sólo era necesario un guitarrista que tocara unos cuantos acordes, un rudimentario contrabajista, una percepción aguda para rascar a tiempo las tablas y grandes dosis de entusiasmo para otorgarle vida al proyecto que había comenzado a dispersarse por el mundo entero. La primera gran figura del "skife" fue Lonnie Donegan. Era un veterano de las orquestas de la armada norteamericana. Su primer gran éxito taquillero fue "rock island line" ("línea de rock en la isla") y fue una creación con una impresionante escalada a nivel internacional que influyó y ofició de disparador para que a partir de ese momento comenzaran a aparecer infinidad de bandas juveniles que se empezaban a foguear con ese novedoso estilo. Tanto Los Beatles como Los Shadows (la banda de Cliff Richard), comenzaron experimentando con este rudimentario, pero eficiente estilo musical. Ocurría que los marinos norteamericanos que arribaban a los puertos británicos, llevaban permanentemente placas larga duración (LPs) que comenzaron a generar un movimiento de jóvenes imitadores de lo que estaba sucediendo en la geografía del rock and roll. Y así se creó entonces una línea de conducta que permanece en la actualidad, esto es, copiar en gran medida y sólo apelar a la creación genuina, sólo en casos muy excepcionales. A mi juicio, el "tema identidad" de Richard es el que conocimos como "We don´t talk anymore", un éxito fresco, dinámico, alegre y con un hilo musical por demás agradable, muy bien interpretado en estudio y en vivo por el propio Cliff. Nacido en octubre de 1940 en Lucknow, India, bajo el nombre de Harry Webb, diferentes situaciones familiares hicieron que recalara en Inglaterra y se nacionalizara como tal. Se convirtió en uno de los 20 cantantes pop de mayor prestigio en todo el Reino Unido, con una inmensa legión de fans que jamás le abandonaron. Hoy Cliff Richard sigue recorriendo escenarios, con menos asiduidad que antes, por cierto, pero con la misma magia y colorido que ha sabido imprimir a cada una de sus presentaciones a lo largo de la extensa geografía que lo adoptó como uno de sus intérpretes preferidos. Estuvo presente en el famoso festival de Eurovisión en 1968, ha sido estrella de obras teatrales, de películas y de espectáculos televisivos. Se convirtió en toda una institución en su tierra adoptiva, donde en la actualidad desarrolla una doble actividad musical como la perla del pop y como intérprete religioso.

Bob Dylan en pantalla grande

En el apartado que dedico siempre a contar alguna de las anécdotas villamarienses que con mucho cariño guardo en mi memoria, recuerdo una de 1976. Al promediar ese año, fui al cine a ver un filme que había sido muy publicitado y recomendado. Se trataba de una película norteamericana "Pat Garrett and Billy the Kid", mitad leyenda y mitad basada en hechos que habían dicho sus creadores, ocurridos alguna vez en el lejano "far west". La sala estaba repleta (no recuerdo si fue en el Opera o en el Broadway), con dos protagonistas de lujo, James Coburn y Kris Kristofferson, más un agregado curioso, que hacía su debut como actor: como "el cuchillero" aparecía en escena, nada menos que, Bob Dylan. La banda original musical, obviamente le pertenecía. La canción central, magistral e ideal para el género, fue titulada por Dylan como "golpeando a las puertas del cielo". Luego sería reversionada en infinidad de ocasiones.
Una buena producción cinematográfica de la que disfrutamos los cinéfilos locales durante aquella inolvidable década del ´70.

Atilio Ghezzi
Especial para EL DIARIO