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21 de Septiembre de 2011
El Diario en Barcelona - En busca de los vecinos que emigraron a Europa
Con el doctor Diego Olmedo
El autor ya se encuentra en Israel, pero antes de comenzar con sus notas a los villamarienses radicados allí, nos envía una que “quedó en el tintero” tras su paso por Cataluña
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Diego y su sonrisa, Diego y sus frases, que siempre terminan cerquita de plaza Centenario

Escribe

Richard Kamienski
Especial para EL DIARIO

Andando por las calles de Barcelona y sus alrededores, no dejé de asombrarme con lo maravilloso que me resultó toda España, con su relativamente pequeño territorio y sus cuarenta millones de personas. Los contrastes permanentes, la belleza de sus paisajes, de su gente. Los españoles me resultaron personas con una gracia especial, que va desde el modo de hablar, en voz alta (algunos casi a los gritos) y, obvio, en Cataluña, muchos utilizando su propio idioma, particular y llamativo.
Como saben, allí me encontré con muchos villamarienses (se los narré en mi nota anterior, con “Caco” Piñeiro).
También fue el punto de encuentro con el odontólogo Diego Olmedo, padre de dos hijos, Simón (18) y Arthur (17), que viven en París con su madre, Cecile.
En Villa María, Diego vivía en calle Buenos Aires al 1100, frente a la plaza Centenario, lugar en que nació el 1 de agosto del 1957. Aún lo veo corretear por la vereda de su casa de altos, donde su papá el Dr. Luis Olmedo, prestigioso dentista y músico, atendió hasta su fallecimiento. Su mamá, la entrañable Cuca Torre, habita esa casa actualmente.
Este hijo de nuestra tierra atiende su consultorio diariamente en un sector aledaño a Barcelona, un barrio de clase media alta que se llama L`Hospitalet.
Nos encontramos en ese lugar y comenzó una suerte de monólogo de su parte: "Qué bueno que has podido venir. Es un placer tenerte aquí... Me contó Daniel, mi hermano, que está siguiendo tu viaje a través de EL DIARIO, y mi vieja, que estuvo aquí hasta hace unos días, que hay gran expectativa por tu trabajo aquí..., que se espera para ver qué es lo que vas encontrando en tu camino... Bueno, es la primera entrevista que me hacen y estoy un poco asombrado de que me hayas elegido...”.
Hasta él me acompañó “Caco” Piñeiro, que es su amigo. Y los tres tuvimos que hacer un alto, porque televisaban un partido del Zaragoza B, que es dirigido por el argentino Juan Eduardo Esnaider, al que cuentan entre sus amigos.
Después nos dirigimos al restaurante de “Caco”, llamado A la piedra, y continuamos la charla.
-Recordanos para los lectores cómo fueron tus años en Villa María.
-Bueno, hice la primaria en el José Ingenieros. Una cosa muy linda, ya que me quedaba a una cuadra de mi casa. Me iba caminando y pateando una piedra, de ida y vuelta. Tenía esa costumbre. La secundaria fue en el glorioso Instituto Rivadavia, del cual guardo mis más lindos recuerdos... En fin, una vida muy linda en Villa María.
-Volvés seguido...
-Sí, voy seguido. Cuando vuelvo digo que voy a Villa María, no a Argentina, no, no, a Villa María, voy....
-¿Cuánto tiempo llevás acá?
-Veintisiete años. pero no puedo pasar mucho sin regresar. La familia y un montón de amigos me esperan cuando llego y me despiden cuando vuelvo, pero siempre me encuentro con mis afectos más profundos.

Se calla por un momento y regresa con otra especie de necesitado monólogo (hablar de Villa María lo transporta): “Fijate que estudié en Córdoba, lo que significa que estuve afuera de la Villa gran parte de mi juventud. Cuando me recibí, enseguida me vine a trabajar aquí, aunque mi proyecto era viajar a Camerún a ponerme a las órdenes de la gente que no tenía atención... Pero no pudo ser, por lo tanto, aquí me tienes, en Barcelona....”.
-Pero no viví propiamente acá...
-No, vivo en un pueblito con mar muy bonito que está acá nomás, Sitges, en donde también viven otros villamarienses.

Diego se toma horas hablando de la vida; siento que sigue siendo el mismo que conocí de pequeño. Fue un auténtico placer, cien por ciento villamariense.

Antes de pasar a contarles mis encuentros en Israel, hago una pequeña corrección. El Tren de Alta Velocidad, une los 620 kilómetros entre Madrid y Barcelona en tres horas y media, más o menos. Se me “chispoteó” y está bárbara la corrección que me llegó a vuelta de mail. Gracias, porque así también me siento más cerca (yo también extraño Villa María). Un gran abrazo a todos.

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