Escribe:
Richard Kamienski
Especial para EL DIARIO

¿Qué hago yo aquí?, me pregunto yo. ¿Qué hace este ahí?, se preguntará el lector. Y bueno, les cuento. Si vienen siguiendo las notas, ya saben que yo estaba en Barcelona, después de mi paso por Madrid para entrevistar a “Rolo” Ghezzi , al “Polaco” Arzeno, al “Gringo” Cipolat y por otras ciudades españolas para enviarles noticias de muchos vecinos que emigraron de la Villa. Y de bien que estaba en la capital de Cataluña, justo por salir hacia el Club de Golf de Sant Cugat, con “Caco” Pineiro, suena mi celular, atiendo y escucho del otro lado la familiar voz de otro villamariense, Ricardo Fernández Núnez , quien está radicado en Polonia, que me dice: "Mañana domingo, a las 7 de la mañana, tomás el vuelo hacia Israel, vía Frankfurt, para que le hagas la entrevista al “Gordo” Cabral. El te va a estar esperando. Abrí tu casilla de mail y allí te vas encontrar con los pasajes. Está todo listo. Después te llamo. Un beso, Ricardito querido". Palabras más, palabras menos el hombre que me guía por estas tierras remotas desde un país también remoto, el amigo “de toda la vida”, me marcaba el nuevo destino y casi casi que me subía al avión. Mis ojos se humedecieron, “Caco” me preguntó si había pasado algo malo y le contesto que todo lo contrario, pero que se nos agotaba el tiempo compartido, porque me tenía que ir... “Te lo merecés", me dijo, y a las pocas horas sobrevino otra despedida de las que mejor ni hablar.
Vamos entonces a un nuevo encuentro. Al encuentro con el “Gordo” querido Eduardo Cabral, el librero, el rugbier, el que ustedes tanto conocen a pesar de la distancia, ya que es asiduo “colaborador” de EL DIARIO, cada vez que algún tema internacional lo requiere, cada vez que su Jockey tiene una actuación descollante... cada vez que siente el llamado de la Villa.
(Antes déjenme que les diga solamente que en el aeropuerto de Barcelona me pidieron que abriera el bolso de mano y que una señorita amable, pero con cara de pocos amigos, me quitó el perfume que me regaló el “Cachi” Mistraletti, el desodorante en aerosol y el champú, y los tiró a un enorme cubo. Casi me largo a llorar... Luego, avión a Alemania y allí trasbordo a Tel-Aviv. Tres horas y pico de vuelo y me doy con el país del cual tenemos una vision particular... hasta que lo vemos y lo sentimos).
El encuentro con el “Gordo” fue maravilloso, plagado de abrazos y risas de alegría con el marco imponente del nuevo aeropuerto Ben Gurion, de mucha belleza, pulcritud, amplitud, perfección, información... Las primeras impresiones me dejaron mudo.

El que sí habla es el villamariense que reside acá y al que, como les digo, ustedes conocen bien, porque él también es lector de este medio y se comunica y escribe y cuenta cosas cada vez que puede: “Hace veinte años, casi veintiuno que estamos aquí con mi familia y no nos falta nada. Eso sí... pagamos todo lo que hay que pagar, a nadie se le ocurre no hacerlo... Vení, vamos a Modiin, donde está mi casa".
-¿Es lejos?, pregunto.
-No, para nada. Es una ciudad que fue fundada hace sólo 16 años.
-¿Y cuántos habitantes tiene?
-Somos unos 30 mil.

Han construido ciudades en medio de la nada. Todo piedra alrededor y entre ellas de repente se levantan edificios, casas, centros comerciales, colegios en todos los barrios... Por ahí uno empieza a entender el esfuerzo de esta gente por tener Patria.

-¿Estás bien acá?
-Esta todo preparado para vivir bien. Aquí pagás los impuestos más caros, pero te los devuelven en obras para que vivas bien...

Modiin está a la vista; una ciudad que no se puede creer. Paseamos un rato por los alrededores y fuimos a buscar a Adriana, la esposa de Cabral, a su trabajo, en un centro comercial impresionante. Abrazos, besos y preguntas: "¿Cómo está Villa María?”, “¿y fulano, y mengano?”...
Ya en el patio de su casa, Eduardo se mandó el primer asado argentino. Comenzamos una charla que se prolongó hasta la madrugada, jugosa como la carne misma, pero ya se las voy a detallar más en una próxima entrega, porque al otro día me llevaron a caminar por donde caminó Jesús. Y esa, es otra historia.

Un abrazo para todos de parte del “Gordo” Cabral, de su familia y de esta especie de “reportero sin fronteras”.