Escribe: Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
Villa General Belgrano es uno de los asentamientos alemanes más grandes de Latinoamérica. Así lo reconocen las estadísticas, así lo estipula la historia. Fundada por inmigrantes de aquel país centroeuropeo en la década del ‘30, rápidamente se convirtió en un referente de la comunidad. El lugar era perfecto: calmo, puro, rodeado de verdes colinas y de virgen naturaleza. Características que los pioneros relacionaron instantáneamente con las de su tierra de origen. Atraídas por la propuesta, un buen número de familias germanas se fueron sumando con los años.
De esta forma, la localidad no sólo definió su talante en materia demográfica, sino también estética. Todo su diseño urbano, su arquitectura y su decoración está inspirado en los pueblos de Baviera. Una pequeña Alemania latiendo en las adyacencias del Champaquí.
Que mejor lugar que el pueblo serrano, entonces, para disfrutar de la tradicional Fiesta de la Cerveza. Una celebración que le rinde culto a la milenaria bebida y que es marca registrada de la cultura teutona alrededor del mundo. Clásico que se renueva cada año y que convierte al Valle de Calamuchita en un vergel de agasajos.
Programa para celebrar
La 44° edición dará comienzo el próximo viernes y se extenderá hasta el lunes 10 de octubre. Continuando con la costumbre, la programación principal se desarrollará en el Parque Cervecero. Un templo del lúpulo y la cebada, donde los miles de visitantes llegados de todo el país y naciones limítrofes, se reúnen para honrar a la cerveza como se merece.
Allí se llevará a cabo el espiche. Arcaico ritual que marca el inicio oficial del Oktoberfest, al abrirse el primer barril de cara al público. Una lluvia amarilla que baña al gentío, entre alaridos, alegría y música que empieza a sonar. A partir de ese momento, Villa General Belgrano muta de cara. Por una semana y media, dejará su calma habitual guardada en el cajón.
Pero incluso antes de aquellos acontecimientos, las calles ya empiezan a experimentar el cambio. Algunas bandas reciben la tarde de viernes a pura canción y, apenas arriba la luna, un desfile multitudinario se adueña del asfalto. Carrozas seguidas por delegaciones de todo el país, de hombres y mujeres ataviados con las típicas vestimentas alemanas, hacen del pueblo un espectáculo. Música para acompañar, por supuesto, con mucho acordeón de base. Algarabía popular dispuesta a dejarse llevar por la coyuntura.
Los días subsiguientes seguirán con la misma tónica: pluralidad de espectáculos artísticos y, naturalmente, mucha cerveza. Por el escenario mayor desfilaran bandas y ballets provenientes de toda Argentina, representando a colectividades de países como Alemania, Austria, Suiza, Ucrania, Polonia, Eslovenia, Croacia, Rusia, Escocia y Grecia, entre otros. Por las gargantas del público correrán los elixires de la amarga bebida, disponible en todos los tipos, colores y orígenes imaginables. También los sabores de la gastronomía, que llegan en forma de diversos manjares centroeuropeos.
Torbellino de visitantes
Al igual que cada año, el fuerte del Oktoberfest se desarrollará los fines de semana, siendo el último (que incluye lunes feriado) el más concurrido. Entonces es cuando las rutas se atascan, y los hoteles, cabañas y demás alojamientos deben colgar los carteles de “No hay vacantes”. Un fenómeno que rebasa a Villa General Belgrano, extendiéndose por comunas y municipios vecinos. La lógica, una vez más, entra en acción. Nadie se quiere perder semejante fiesta.
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