Si hubo un bandido famoso
en estos pagos de Dios,
lo afirmo hoy a viva voz,
aunque no conocí al mozo
fue el mentado "La Chiva"
oriundo de Monte Buey;
vivió fuera de la ley
y fue una leyenda viva;
y como a un mito le cabe
mucho de él no se sabe.

Tuvo una trágica muerte,
saltando una medianera;
lo entregó su compañera
ignorando aquella suerte
salió a pedir para él
a un camión publicitario
que daba en el vecindario
fotos de Carlos Gardel,
y deschavó el paradero
del famoso bandolero.

La Historia se forja también con personajes que dejan su rastro en el imaginario popular y trascienden a su tiempo por la capacidad de inventarse a sí mismos. Personajes que, en definitiva, no aportan a la evolución de la sociedad pero son parte del anecdotario popular y la memoria colectiva los asimila como punto referencial de una época.
Tal es el caso de José Eugenio Vázquez, famoso bandolero conocido como la "Chiva", que tuvo en vilo a las fuerzas policiales; no sólo de Villa María sino de todo el país, dada su capacidad para escurrirse de la escena delictiva.
La Chiva Vázquez creó, en torno a sí mismo, un halo de mística que lo distinguía de otros bandoleros de su época. Durante la década de 1940 fue el principal enemigo de la Policía y el trofeo más preciado por los agentes de aquellos tiempos. Su propia personalidad y su manera de actuar lo llevaron a convertirse en un personaje respetable y hasta querido en algunos sectores populares. Pero el celo de la Policía, a la que tanto burlaba, pudo más que su habilidad para escurrirse y al fin cayó muerto por las balas de la fuerza del orden. La Chiva se derrumbó en su ley, defendiendo su vida a sangre y fuego.
El resonado procedimiento en el que fue abatido el bandido popular quedó plasmado en la minuciosa redacción del acta policial elaborada el 5 de julio de 1948. Allí se cuenta que, a raíz del homicidio de Juan Pizzana –atribuido a Vázquez– por disposición del jefe político, Manuel Modesto Moreno, la Policía de Villa María movilizó a todos sus efectivos para dar con el paradero del malhechor; quien se encontraba en la ciudad, al igual que su compañero de averías, el "Gallego" Manuel García.
El comisario de entonces era Bernardo Strubbia y el jefe de investigaciones Eliseo Bertoya. Los sabuesos conocían el costado sentimental de la Chiva y rastrearon su paradero en la casa de su querida, Carmen Agüero. Estos dos funcionarios, junto con el comisario Roberto Ceballos, fueron quienes pergeñaron la acción que terminaría con las vidas de Vázquez y su secuaz. Así fue como, junto a otros agentes, llegaron en dos automóviles a la casa de Vélez Sarsfield 654.
Es el mediodía del 23 de junio de 1948. Los hombres descienden de los automóviles y se parapetan en torno al frente de la vivienda de Carmen Agüero, donde supuestamente se encuentra el bandolero más buscado: la Chiva Vázquez. Están fuertemente equipados, con armas largas y revólveres. De pronto, el comisario Bernardo Strubbia a los gritos da la orden intimidatoria:
-¡Qué se entregue detenido Vázquez, que está ahí adentro!
Luego de un largo silencio, aparece en el patio que da a la calle la mujer del prófugo. Carmen Agüero hace algunas manifestaciones para entretener a la Policía, cuando de pronto surge de la cocina José Eugenio Vázquez y, sin mediar palabras, abre fuego contra las fuerzas del orden, que responden de igual manera. La Chiva, quien esgrime una pistola Parabelus, corre un trecho hacia la galería de la casa, pero inmediatamente regresa sobre sus pasos y vuelve a disparar el arma contra sus perseguidores.
Sabiéndose acorralado, el temerario bandolero ingresa nuevamente a la cocina desde donde salta por una ventana hacia el patio trasero buscando huir por los fondos de la casa. Vázquez está dispuesto a vender cara su derrota. Strubbia corre tras él, mientras el resto de los agentes se dispone a rodear la manzana.

Por algo lo llaman "Chiva"

La Chiva huye saltando de tapia en tapia, dejando atrás a quien lo persigue y así llega hasta la calle Jujuy; la cruza y penetra en otra manzana. Algunos de los policías se desplazan en automóviles, mientras otros lo buscan por los patios. Siguen sus pasos orientados por circunstanciales testigos. Vázquez llega hasta la calle Salta, pero no puede cruzarla porque se encuentra con policías. Desanda el camino de su huida cruzado por disparos de Winchester. Ya está perdido. En los fondos de una casa es acorralado; pero no se entrega y dispara a quemarropa contra los policías recibiendo, a cambio, una descarga de balas que proviene de cinco frentes distintos. La Chiva Vázquez ha caído muerto, entre dos tapias y un árbol con tres balas en la cabeza.
Junto a su cadáver están los policías Eduardo Velázquez, Carmen Ceballos, Ramón Machado, Jorge Rogelio Ponce y Jacinto Pereyra. Son cinco hombres para tres balas certeras. Ninguno de ellos está herido. El revólver Parabelus, con un solo cargador y una sola bala en el mismo, está al lado del muerto; quien luce en su muñeca izquierda un reloj Omega, producto de un reciente asalto. Los brazos del muerto están tatuados. Uno de los tatuajes dice: "Vivo errante y perseguido por la Justicia traidora". El otro tiene dibujado un rostro de mujer, un corazón atravesado por una flecha y la frase: "Dame un beso". Son, tal vez, mensajes de un romántico que vivió una atormentada existencia de bandolero.
Pero la caza no ha terminado. Parte de la comitiva emprende la búsqueda de Manuel García quien, ya saben los policías, se encuentra en casa de su amante. Francisca Agüero es hermana de Carmen, la mujer de la Chiva Vázquez, y hacia "Villa Carlitos" van los uniformados. Los hombres de la ley se encuentran allí con la resistencia del Gallego y de nuevo se produce una balacera encarnizada que termina con la vida del cómplice de Vázquez. García cae muerto con dos balazos en la cabeza y otros en un brazo, en el cuello y el mentón. El hombre se defendió con dos revólveres que disparaba simultáneamente; un Colt 44 y un Eibar 38.
El Gallego también amaba y en una de las cachas del Colt tenía grabada la siguiente declaración de amor: "Seré tu fiel compañero". La otra cacha llevaba atravesado un anillo con piedras de mujer.
La banda de la Chiva terminó siendo desbaratada esa misma tarde con la captura del tercer miembro en importancia, cuando en un campo cercano a Villa María fue herido y capturado Benito del Corazón de Jesús Oliva, quien desarmado se entregó a las fuerzas policiales luego de intentar una tibia huida.
A la Chiva lo mató el tango. Un vehículo pasó frente a la casa de su amante -donde se encontraba oculto- repartiendo afiches que publicitaban un producto con la foto de Gardel. Carmen Agüero, sabiendo de la admiración que su querido sentía por el zorzal criollo, corrió presurosa en busca de la imagen:
-¡Es para mi esposo. Gardel es su ídolo!
La pista "afectiva" del bandolero, que la Policía seguía, fue tan certera como las balas que acabaron con su vida.