Un símbolo de riqueza
lujo, plata y oropel
fue el mítico Palace Hotel
albergue de "realeza".
Hito de la arquitectura,
portento de ostentación,
llamó a la imaginación
del vecino que labura
y así nació un chimento
que propagó luego el viento.

Fue creciendo el mito aquel,
y ganando en importancia,
uniendo una vieja estancia
con el importante hotel;
Se hablaba del escolazo
clandestino y por mucha guita
y que iban en "zorrita",
esos timberos de paso.
Así se juntó el "glamur",
con la fama del tahur.

El domingo 18 de mayo de 1930, en la esquina de calle Mendoza y la entonces Bolivia, se inauguraba el Palace Hotel.
Fue para su época, uno de los hoteles más lujosos del país y para Villa María significó todo un acontecimiento. La ciudad, entonces, era de casas bajas y aún permanecían en proximidades del centro algunos ranchos de adobe.


El Palace Hotel, con su estilo plateresco español, encendió las luces aquella noche de mayo y los villamarienses miraban desde abajo el símbolo lujoso que iniciaba una década en la que en la ciudad se construirían los chalé más emblemáticos. Una década que a la historia pasaría como la década infame.
El hotel, de cuatro pisos, contaba con 120 habitaciones y 92 baños. Tenía peluquerías para damas y caballeros, sala de lectura, cantina, fábrica de helados, fiambrería, fábrica de masas y dulces, con horno instalado. También disponía de cafetería, local para la confección de sándwichs, servicios para el personal, dependencia para el chef, cámara frigorífica para vinos, cámara frigorífica para carnes y lavadero de ropa arriba del garaje, donde se podían guardar hasta sesenta automóviles. En el subsuelo se encontraban los motores para extracción de agua y la bomba que la elevaba al techo de la azotea.
También en el subsuelo se ubicaba el depósito de mercaderías, rodeado por un tejido metálico que lo cubría totalmente hasta el techo. En ese nivel, pero al fondo, funcionaba el comedor del personal de servicio de la cocina y las calderas que calefaccionaban el bar, el restaurante, el hall, el salón de fiestas del primer piso y la caldera que daba agua caliente a todo el hotel.
El Palace contaba con salones de baile, con sus respectivos palcos o balcones donde tocaban las orquestas. El Salón Dorado fue el más tradicional.
La noche de su inauguración, arribó un tren desde Córdoba con una gran cantidad de personalidades invitadas a la fiesta.
En su libro “El medio pelo en la sociedad argentina”, Arturo Jauretche dice: “En Villa María se levanta el Palace Hotel, que cuando se inaugura es el más moderno y más confortable que cualquiera de la capital provinciana. Es para los rosarinos en tránsito hacia las sierra”.
Pero a poco de inaugurado, la crisis económica mundial de entonces, conocida como la Gran Depresión de 1930, también se hizo sentir en Villa María y casi provoca el cierre del hotel. Su propietario, Santiago Balerdi, poco pudo disfrutar de su colosal emprendimiento. Agobiado por las deudas vendió el edificio y regresó a Buenos Aires donde murió ciego en agosto de 1934.

Secretos de hotel

Símbolo del progreso, el Palace Hotel fue diseñado por el arquitecto Angel T. Lo Celso y la construcción estuvo a cargo de Ambrosio Bruno Hermanos. El arquitecto Lo Celso también diseñó el hotel Carena, de Carlos Paz, donde desde 1981 funciona la Municipalidad de aquella ciudad.
El gran hotel villamariense nació con los secretos que guardan las grandes empresas comerciales; ya que la construcción tuvo un altísimo costo y mucho se dijo sobre los propósitos que perseguía tal inversión.
Se habló de la supuesta relación que semejante proyecto tenía con la futura apertura de un casino en la Estancia La Negrita, propiedad de Antonio Maggi. Tantas fueron las versiones que se echaron a rodar, que en el imaginario colectivo prendió un rumor alucinado.
A pocos días de inaugurado el hotel, Santiago Balerdi solicitó a la comuna autorización para extender una cañería de desagüe que desde el edificio conectaría con otra cañería subterránea de importante diámetro, la que partiendo del río Ctalamochita se extendía hasta la Estancia La Negrita atravesando toda la ciudad.
Se trataba de un acueducto construido como sistema de riego por el propietario de la estancia, que tomando las aguas del río las llevaría hasta sus tierras.
Entonces, la imaginación popular comenzó a cobrar altura y alcanzó disparatadas dimensiones. Se dijo, por ejemplo, que el real destino de la obra era tender un pasadizo subterráneo por el que circularían, sobre rieles, pequeños vehículos que trasladarían a los clientes desde el hotel hasta el casino de la estancia.
Nunca hubo tal sala de juegos y por aquellas cañerías jamás anduvieron las “zorritas” con los “timberos”.
Lo cierto es que el Palace Hotel se constituyó en una leyenda de cemento que cobijó a ilustres visitantes y sus glamorosos salones de baile fueron testigos, durante medio siglo, de arrumacos y flirteos que al son de la música preludiaron el noviazgo de varias generaciones.
En el año 1987 el edificio pasó a ser propiedad de la Municipalidad de Villa María, convertido en Palacio Comunal.
El último pasajero del emblemático hotel se retiró el 20 de junio de aquel año a las tres de la tarde.
Detrás de él se cerraron para siempre las puertas de lo que ya no sería el célebre hotel.