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Monzón señala para abajo. Si pierde el domingo, el DT podría presentar su renuncia, aunque tiene el respaldo de los hermanos Ale. F2: “Rin Rin” Balvorín, ex delantero de Vélez y goleador de la B Nacional en 2005, es una de las figuras de San Martín. |
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San Martín de Tucumán, uno de los grandes clubes del país que se encuentran en el torneo Argentino A, llegará el domingo a Villa María para enfrentar a Alumni con una crisis institucional, económica y futbolística tan grande como su historia, esa que lo llevó a ser considerado el “Boca del Norte”.
Con internas feroces en el club y un déficit mensual que ronda los 600 mil pesos, el equipo que hace un año y medio se codeaba con los grandes de primera división, vendrá a la ciudad tan o más alicaído que los dirigidos por Víctor Riggio, que marchan últimos en las posiciones.
“Los jugadores no cobran, les dan migajas, y a los empleados del club les deben dos meses”, comentó ayer una fuente tucumana al ser consultada por EL DIARIO.
De todas maneras, el dato es apenas uno más dentro del cúmulo de penas que carga la entidad tucumana, donde los grandes sponsors brillan por su ausencia y las tribunas de La Ciudadela -su mítico estadio- lucen vacías, como nunca antes en varios años.
@ El “hombre”
El problema, dicen los que saben, tiene nombre y apellido: Rubén Ale, presidente del club y dueño de la flota de remises más grande la provincia.
“Ale supo tener buenos momentos como dirigente de San Martín, pero cuestiones personales lo hicieron equivocarse”, recalcan en Tucumán.
El empresario tenía mucho peso dentro de la entidad y aprovechó el poder para dar un golpe y desbancar a las personas que gerenciaban en su momento la entidad, cuando se encontraba en la B Nacional.
Claro, no “corrió” a cualquiera: Quienes estaban al frente del gerenciamiento eran su ex mujer, Jesús Rivero, y la actual pareja de ella, Roberto Di Lasia.
Hasta ese momento, San Martín se lamentaba por haber descendido a la B Nacional pero trataba de hacer pie en esa categoría, sin pensar que el futuro les deparaba un lugar en el Argentino A.
Para organizar la comisión Directiva a su gusto, Ale armó una lista con su gente y asumió sacando pecho, recordando los buenos tiempos que había vivido San Martín bajo su mandato, cuando ascendió del Argentino B al Argentino A y posteriormente a la B Nacional.
Sin embargo, 15 días después de poner en marcha el proyecto, el presidente pidió licencia por enfermedad y “se instaló” en un sanatorio, mientras se destapa la olla: por una cuestión personal, el empresario de remises afrontaba una causa judicial, con pedido de prisión preventiva.
Hoy Ale está preso y muy lejos de reasumir sus funciones en San Martín.
A todo esto, su hermano, conocido en el ambiente como el “Mono” Ale, es quien manejaba el club desde las sombras, pero días atrás también quedó procesado luego que la Policía le descubriera un “armamento” personal (cerca de 70 armas de fuego), en un allanamiento en su domicilio.
g Perdidos
Aun acorralados por la Justicia, los hermanos Ale tienen injerencia en San Martín, apuntalando al resto de la comisión Directiva, que parece perdida y sin el poder necesario para tomar grandes decisiones.
En ese sentido, nadie le quiere pedir la renuncia al entrenador Pedro Monzón -quien tiene buena relación con el “Mono”-, a pesar de los malos resultados que lo llevaron a perder la categoría, sin levantar cabeza en el Argentino A.
Monzón, ex DT de Independiente y ex jugador del seleccionado argentino, perdió ocho de once partidos como técnico de San Martín, hecho que en otros tiempos hubiera provocado su salida.
@ Sin paz
El vicepresidente es quien está a la cabeza del proyecto. Se llama Abraham Salame. Y dice: “Queremos a San Martín y no bajaremos los brazos; confiamos en revertir ese momento complicado”.
La frase se repite cada vez que Salame sale a escena y para calmar un poco la bronca de la gente. Una bronca que nació temprano, cuando el equipo descendió al Argentino A y un grupo de hinchas recibió el “castigo” de los hombres del “Mono” porque cantaban en contra de los dirigentes.
Después de aquel suceso de violencia, hubo una sentencia popular muy fuerte: la mayoría de los simpatizantes no asiste a la cancha cuando juega el equipo y, en consecuencia, La Ciudadela dejó de ser ese territorio inexpugnable que alguna vez fue.
En otras épocas, más de 20 mil personas explotaban en las tribunas y no paraban de cantar por el “Santo”. Pero el domingo, las tribunas no albergaban más de tres mil hinchas y, sin ese plus de energía que emanaba de su gente, el equipo perdió de local (1-0), con Unión de Sunchales.
“No estoy en contra de la gente pero me sorprendió ver tan poco público. Cuando salimos a realizar el precalentamiento no había más de 50 personas. Se veía raro el estadio. No es el ambiente que uno quiere”, reconoció el delantero Gustavo “Rin Rin” Balvorín, ex Vélez, quien llegó esta temporada como refuerzo.
La mayoría de los simpatizantes dicen, por las calles de Tucumán, que volverá a la cancha cuando se vaya la actual comisión Directiva, reafirmando un boicot (por el tema de las recaudaciones) contra los dirigentes.
No obstante, el apoyo cuando juega de visitante es diferente, por lo que se espera que un buen grupo de simpatizantes tucumanos arribe a Villa María el próximo domingo.
@ En rojo
Ariel Ibáñez, periodista de La Gaceta de Tucumán, escribió días atrás que los 2,5 millones de pesos que heredó la actual comisión Directiva se usaron para reducir pasivos, para evitar una inhibición por parte de Agremiados y armar el plantel para encarar la temporada.
En ese sentido, Ibáñez detalló: “Ya no hay reservas, sí compromisos que deben cumplirse. Cada vez cuesta más afrontar los pagos. Los empleados acumulan dos meses y dos aguinaldos sin percibir; el plantel no cobró agosto”.
“Los números son claros. Para funcionar, San Martín necesita, mínimo, 700 mil pesos mensuales. Esa suma corresponde a la planilla salarial del plantel ($350.000), sueldos de los empleados ($110.000), alquileres para el alojamiento de futbolistas ($90.000), gastos de viajes y concentraciones, además del mantenimiento de la pensión donde se alojan los juveniles ($150.000). Los ingresos actuales no cubren ni el 15% de lo que se necesita”.
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