Claudia Analía Rodríguez (36) se resistía a que Cristian Moschitari (34) ingresara a su lugar de trabajo, en el Palacio Municipal.
Separados desde hace cuatro meses, aparentemente él la hostigaba por celos y con recriminaciones, lo que convirtió la relación en una tortura. Ayer Cristian habría intentado una vez más ver a su ex pareja. Ella, para evitar cualquier escándalo, buscó una excusa (ir a comprar comida, dicen) y salió de su ámbito laboral para encontrarse con el padre de sus dos hijos (Estefanía y Genaro).
A media cuadra del municipio y sentada en el automóvil Volkswagen Senda (patente RJT 152) de la empresa Rodolfo Rodríguez, que instala alarmas y cámaras, y para la que el ahora homicida trabajaba, la mujer empezó a recorrer los primeros tramos hacia su horrendo final. Un salvaje desenlace que consternó a todos.
Se presume que la agresión habría comenzado en el interior del automóvil. Lo cierto es que Moschitari arrancó con su vehículo pero a mitad de la calle, repentinamente, se detuvo. La joven empleada municipal abrió la puerta del acompañante y se arrojó sobre la calzada, en una búsqueda desesperada por escapar del tormento.
Por esa misma puerta, totalmente encolerizado, descendió también el agresor que, acto seguido, se lanzó sobre la víctima atacándola con un martillo. Desesperada, Claudia intentó alcanzar la vereda pero un certero mazazo la inmovilizó. Cegado por su furia, el hombre arremetió sin cesar contra la humanidad de la que fuera su compañera durante más de una década. Así, puso fin a su vida.
Eran las 11.15 de la soleada mañana de ayer. La cruenta escena parecía extraída de una serie de terror para las decenas de personas que la observaron y que no pudieron detener la tragedia, al quedar atónitos por completo.
Con su ex esposa yaciendo en el pavimento, Cristian soltó el elemento que utilizó como arma, levantó sus brazos y con frialdad cruzó la calle para encaminarse luego hasta la esquina de Mendoza y Sobral, del lado de las vías del ferrocarril. Minutos después se entregaría a personal adicional de la Policía, sin oponer resistencia. Algunos, incluso, dicen que se sentó en uno de los bancos que se encuentran en el sector.
Ajeno a todo y con sus manos llenas de sangre, el asesino sólo se limitó a observar a los que se acercaban y lo increpaban duramente.

Testigos del horror

"No podíamos salir de nuestro asombro, estaba como poseído", manifestó una testigo directa a EL DIARIO a minutos de registrado el crimen, en el contexto de un escenario colmado de estupor y decenas de vecinos que se horrorizaban ante lo sucedido.
"Sentimos como un ruido a huesos rotos y como un alarido. Los chicos abrieron la ventana, el hombre atacaba salvajemente a la mujer, había mucha sangre. Todos empezamos a gritarle que se detuviera", dijo una docente del Instituto Secundario Bernardino Rivadavia, que vio el asesinato desde el segundo piso del establecimiento.
El cuadro observado por los estudiantes y profesores fue tan violento que algunos se descompusieron y otros fueron asistidos por personal de la institución.
"Quise intervenir y él me atacó con el martillo, mirá cómo tengo los brazos", indicó a uno de nuestros cronistas un peatón que aseguraba a quien quisiera oírlo que él había intentado defenderla y que por eso tenía la camisa y cara manchadas con sangre.
Rápida asistencia. Casualmente, al frente de donde Claudia encontró su final, precisamente en el Hotel Howard Jhonson, un grupo de bomberos asistían a un evento de capacitación en reanimación y fueron los primeros en auxiliar a la víctima. Solicitaron guantes de látex, que proveyó el área de Enfermería del Instituto Rivadavia, y trataron, infructuosamente, de controlar la situación mientras otros servidores públicos establecieron un radio en torno al lugar en donde yacía la empleada municipal atacada.
"Hasta que llegó la Policía y se acordonó el sector, decenas de personas observaron una escena que quizás nunca imaginaron. Estupefactos, nadie podía salir de su asombro. No podíamos creer lo que estábamos viendo. En lo único que pensé era en tratar de evitar que los chicos que iban a salir pudieran ver esa situación", graficó otra docente del Rivadavia.
El hecho se había tornado por demás doloroso para el establecimiento porque entre los alumnos se encontraba la hija mayor de la pareja, Estefanía, de 11 años, quien cursa sexto grado en la Escuela Normal Víctor Mercante. Los directivos de la institución amarilla y negra dispusieron que la niña permaneciera en clase hasta que los familiares la retiraran, lo que se concretó cuando, pasado el mediodía, arribó Emilio, su abuelo materno, también empleado municipal que caminó entre la gente profundamente shockeado hasta ingresar al colegio. Con contención del equipo de asistencia a la víctima del municipio, aparentemente le manifestaron que su mamá se encontraba internada y recién en su domicilio le dijeron, a la niña y a su hermanito de 5 años (que asiste al jardín de la institución y que tenía un picnic junto a sus compañeros) lo ocurrido.
La escuela suspendió sus clases hasta pasadas las 14, mientras que oficiales de Justicia, Policía, Bomberos y autoridades judiciales realizaron las actuaciones de rigor. El municipio, por su lado, dispuso asueto administrativo para los empleados desde el mediodía de la víspera.

Solo y en silencio

Moschitari, hasta el atardecer del luctuoso jueves 29, no había pronunciado palabra a los policías y se encontraba anoche alojado en una celda de la Departamental General San Martín, según confirmó a EL DIARIO el comisario Mayor Daniel Ferreyra.
El titular de la Policía local también añadió que la ayudante fiscal, Victoria Parola, receptaba diversos testimonios, en el marco de una causa que es instruida por el fiscal del Tercer Turno, Daniel Del Vö, quien llegó al lugar del hecho poco después de sucedido y supervisó las tareas de rigor. Hoy lo imputaría por "homicidio calificado" por alevosía y también por el vínculo.
Claudia en el recuerdo. "Era una compañera excelente. Esto que pasó es una locura. Ella se preocupaba mucho por sus hijos", contó a este matutino José Bernabé, compañero de la infortunada mujer.
Quienes trabajaban cerca de ella dejaron trascender que la separación de su ex fue conflictiva y que él la amenazaba permanentemente.
Egresada como Maestro Mayor de Obra de la ex Escuela del Trabajo, Claudia trabajaba desde hacía más de una década en el ámbito municipal. Estuvo en la Policía Municipal y se desempeñaba hasta ayer en Catastro.
A las 19 de la víspera se abrió el velatorio, en Casa Paviotti. Será sepultada hoy a las 11.


LAS FOTOGRAFIAS

1) El fiscal Daniel Del Vö impartió directivas desde el lugar del hecho, al que arribó a poco de registrado el suceso. Dialogó con el médico policial y ordenó ampliar el cerco

2) La víctima. Claudia Rodríguez trabajaba en Obras Privadas del municipio local

3) El victimario. Cristian Moschitari es técnico de una empresa de alarmas

4) Policías y bomberos trabajando en la escena del crimen, sobre calle Sobral. A la izquierda, el vehículo que conducía Moschitari, donde se inició el dramático episodio

5) Profundo dramatismo se vivió cuando el trabajador municipal Emilio Rodríguez, padre de la víctima, llegó hasta el lugar del hecho y observó el cuerpo de la infortunada joven

6) El fiscal Del Vö observa el cuerpo sin vida de Rodríguez, acompañado por el médico policial

7) El estupor se apodera de la calle Sobral. Claudia yace en el piso mortalmente herida mientras un bombero intenta atenderla