Escribe: Alicia Peressutti (*)
Claudia Rodríguez iba a prisa, tenía que llegar a horario para retirar a su niño o niña en la escuela. Parecía que no pisaba las baldosas, sólo las rozaba en su apuro por ganarle al tiempo, ese cruel tirano con el que luchamos millones de mujeres trabajadoras a diario.
Claudia Rodríguez era joven, dejaba tras de sí el aroma de la frescura de quien tiene una vida por delante. Trabajadora municipal, la peleaba a diario para alimentar a su familia.
Claudia Rodríguez no escuchó la frenada del auto a unos metros de ella. Caminaba tan llena de vida que tal vez se negó a ver la muerte. La muerte con el rostro de su ex compañero.
El se bajó, la alcanzó y la mató a palos. A cada palazo Claudia se fue apagando como los cirios de las iglesias.
Nadie la socorrió, tal vez nadie lo vio, tal vez nadie la quiso ver.
La mató y se fue caminando como si no hubiera hecho nada malo o como si tuviera la certeza de que un buen estudio de abogados le conseguiría una condena irrisoria. Cuervos, sólo los cuervos se podrían beneficiar con la muerte de una inocente.
Se le llama "femicidio" o "feminicidio", el asesinato de una mujer por el solo hecho de serlo. Cuando el hombre ya no la puede dominar, someter, maltratar, violar, torturar, la mata. Entonces el acto en sí: "La muerte" se transforma en su máximo triunfo y "el cadáver de la víctima" en su más preciado tesoro.
Después los doctores de la ley apelarán a las emociones, al estado alterado de conciencia, todos artilugios para esconder la verdad más terrible "el gozo que siente el asesino al matarla".
En India, los propios padres ordenan que a sus hijas les "planchen los senos", con piedras al rojo vivo, para que no les crezcan, para que no afloren sus condiciones de mujer. Ellos observan mientras las madres -obligadas- lo hacen.
En Afganistán, cuando una niña es violada, el propio padre la mata -casi siempre desnucándola- para salvar el honor de la familia, la ruptura del himen, después se festeja con música y bailes sobre la sangre aún caliente de la niña asesinada.
En Sudán miles de niñas -a diario- son mutiladas genitalmente con hojitas de afeitar oxidadas; arrancándoles el alma, toda posibilidad de sentir alguna vez deseo sexual, y muchas veces la vida a raíz de las infecciones.
A quien dice que tenemos los mismos derechos lo invito a matear unos veinte minutos y le muestro unas cuantas fotografías y después recién hablamos... después.
Ojalá Claudia tu muerte no haya sido en vano y tu martirio sirva para que no dejemos que haya más Claudia.
Aunque como dice el poeta: "La muerte de un inocente siempre es vana y es la vergüenza de quienes la contemplamos".
(*) Escritora y militante contra la Trata de Personas y la Violencia de Género
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