Señor director:
Hoy, 30 de setiembre de 2011, a las 12.50 del mediodía, en la plaza ubicada enfrente de la Municipalidad de Villa María, por la calle Mitre, entre Mendoza y Entre Ríos, volvía del gimnasio, pasando por dicho lugar como lo hago varias veces por semana.
En la transición de esa cuadra siempre hay una persona, a las que comúnmente le llaman “naranjita”, que cuida los autos y cobra el estacionamiento, mirándome como lo hace cada vez que paso por ahí. Pero a diferencia de otras veces, en esta ocasión no me dijo nada (la mayor parte de las veces que he pasado por ahí me ha dicho guarangadas). En esta oportunidad aceleró el paso y se situó detrás de un auto. Cuando paso por ahí y miro, esta persona estaba masturbándose, por lo cual llamo a la Policía para hacer la denuncia telefónica.
Mientras llamaba seguía (yo) caminando hacia la plaza del subnivel. Cuando cruzo la calle Entre Ríos y llego a dicha plaza me siento, medio escondida, en uno de los bancos que hay allí. Quería ver llegar la Policía para así acercarme y decir que había sido yo la denunciante y que no quedara todo en la nada. Obviamente, estaba nerviosa, me temblaba todo, pero quise quedarme cerca para poder ver la llegada del móvil policial.
La persona que me atendió el teléfono en la Policía me preguntó los datos de esa persona; datos físicos, cómo estaba vestida, estatura, color de piel, etcétera. Le pasé todo lo que yo podía ver desde donde estaba y lo que había podido registrar visualmente el momento que lo vi al pasar por su lado.
Me dijeron desde la Policía que me mandaban un móvil. Me quedé a esperar, en ese momento veo que esta persona se quita ese chaleco naranja en forma de cruz que los identifica, por lo cual llamo nuevamente a la Policía para advertir esto ya que seguramente buscarían a alguien con dicho chaleco y esta persona ya no lo llevaba puesto. Me atiende una nueva persona, la cual me informa que estaban “todos” los móviles en un gran accidente, que a veces había que priorizar salvar vidas, me pedía mil disculpas, etcétera; que apenas pudiera me mandaría un móvil. Me quedé esperando unos minutitos más y, a todo esto, la persona ¡seguía masturbándose apoyado en los autos estacionados!
En un momento el depravado sale caminando con una bicicleta a su lado hacia la plaza en donde yo estaba (en la del subnivel, casi en la esquina de Mitre y Entre Ríos). Acto seguido llamo nuevamente a la Policía para dar a conocer el nuevo movimiento de esta persona y, mientras hablo con el policía, veo que la persona se acerca más a mí, por lo que comienzo a caminar contándole al teléfono lo que iba sucediendo. El policía que hablaba conmigo le dice a otro “la está siguiendo, mandame un móvil al lugar”. Le agradezco que mandaran a alguien y trato de mantener la calma sabiendo que estaba haciendo lo correcto.
Veo que esta persona se sienta en el pie del mástil que está cerca de las vías de la plaza del subnivel. Mientras yo esperaba a la Policía lo veía masturbándose, “escondiéndose” de las personas que pasaban por allí caminando. Esperé, espere, esperé y esperé, con la esperanza de que llegara el móvil que hacía media hora me habían prometido.
El degenerado se sube a la bicicleta y se aleja, en sentido contrario al mío, hacia la calle Entre Ríos, por lo cual sigo caminando hacia donde yo iba (hacia la calle Buenos Aires). En el ANSES, en la vereda, me encuentro con un policía, el cual se encontraba a sólo 50 metros de donde yo estaba. Le cuento todo lo ocurrido y me dice que ya van a ver quién es…
No puedo explicarles la impotencia que sentí en ese momento y siento cada vez que recuerdo la situación. No me pasó nada… ¡Qué suerte!, ¿no? ¿Y si me hubiera pasado? ¿Y si después de cortar con la Policía esta persona me atacaba? ¿Si después de haberse ido en su bicicleta violaba a alguien? ¿Qué pasa, por favor? ¿Qué pasa que los que tienen que ver las advertencias no las ven? ¿Qué pasa, gente, por favor? Tantos policías, en cada esquina, en la puerta de los bancos, en todos lados y no pudieron mandarme siquiera uno para ver si yo estaba bien.
Dejemos de esperar, dejemos de mirar hacia los costados. Esto es verdad, pasa al lado nuestro, la pelota pica cerca, cae en el charco y no nos damos cuenta de que nos mancha, nos salpica... No somos ajenos a lo que pasa en la sociedad aunque no nos suceda directamente a nosotros; queramos o no, ¡somos parte de ella!
Tomemos conciencia de estas cosas. No hay que generar una paranoia, pero tampoco dejar que siga pasando. Pongamos nuestro granito de arena, lo pido por favor. Todos somos tíos, tías, madres, padres, hermanos, hermanas, tenemos amigos con pequeños hijos y hasta por nuestros futuros hijos. Hay que advertir, seguir precavidos, denunciar estas cosas antes que pase algo y decir: podría haber hecho algo para que no sucediera…
El cambio empieza por uno. Un granito de arena es ínfimo, pero ¿qué pasaría si sumáramos cada granito que podríamos todos poner de nuestra parte?
Valeria Colombatti
DNI 31062625
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