Escribe: Darío Falconi eldiariocultura@gmail.com Mario Devalis es de Colazo. Que quede claro. Un tipo de pueblo que supo hacerse camino en la profesión de hacer reír a miles de personas. Es un hombre amable, gracioso por naturaleza, que es feliz con lo que hace. Un turista de escenarios, salas de teatro, radios y demás eventos sociales a los que es convocado para pintarles una sonrisa a los asistentes. Para ello hace uso de una amplia paleta de personajes propios y otras personalidades públicas como José Manuel de la Sota, Fabio "La Mole" Moli, Horacio Guaraní, el Profesor Cándido Buena Letra, Fabuletti; hasta los viejos y recordados Doña Jovita o el Chirolita de sus inicios. Invitado por el Taller de Locución y Oratoria que la destacada locutora local Stella Maris Cabrera desarrolla desde hace casi dos décadas, los alumnos tuvieron el privilegio de entablar una charla con dos grandes personalidades como los son Rebeca Bortoletto y Mario Devalis. Rebeca fue la protagonista de nuestra edición anterior, hoy le toca el turno a Mario. Entrevista realizada por el colectivo del Taller de Locución y Oratoria de Stella Maris Cabrera - ¿Cómo y dónde te iniciaste artísticamente? - Yo pertenecí a una sub especie de los que hacemos radio en FM. Si nos trasladamos 20 años atrás, las FM eran truchas, así se les decía, eras ilegal, nos miraban un poquito mal. Yo empecé en una radio que se llamaba "Paradise", que estaba en la Lisandro de la Torre. Una radio muy humilde. Ahí arranqué con (Omar) Fulgenzi (…) tengo recuerdos muy buenos y cada vez que lo cuento lo hago con mucho amor. Yo veía a los de AM, como el caso de Stella Maris, como una raza superior; ir a trabajar a LV28 era jugar en River… (lo piensa un momento y dice) ¡en River no! (risas). Era jugar en Boca, Racing, Belgrano… después nos fuimos acostumbrando y podíamos decir "soy de la FM con felicidad". - ¿Empezaste con imitaciones? - Sí, empecé imitando. A Villa María vine con Doña Jovita, que lo lucí mucho a ese personaje, y también hacía Chirolita. Como será que lo hacía tanto a Doña Jovita, que una vez nos habían dado un hotel con Fulgenzi y soñaba de noche y me reía como ella. Me decía él que me reía como la vieja (y la imita ante la risa de todos los presentes). - ¿Ese sueño no es recurrente en la actualidad? - No, ahora sueño como Zulma Lobato (y las risas no cesan). - ¿Cuándo nació el humor/imitación? ¿Fue de chico o nació después? - Lo tuve de chico, porque tenía la habilidad de imitar a gente de Colazo, pero lo hacía entre amigos porque me daba mucha vergüenza. Después fue en el secundario, luego en el servicio militar… por eso yo siempre agradezco a dos personas: a Fulgenzi, que me trajo a Villa María, y a Edgardo Munch, que ya en mi vuelta me dio un lugar para desarrollar lo que venía haciendo. Un día me fui de Villa María, me fui a Buenos Aires, descuidé el humor y estudié Periodismo porque me parecía que ser humorista no era un oficio, no era una profesión y fui periodista y no fui feliz. No quería ser lo que quería ser… porque soy de pueblo y los que somos de pueblo queremos ser médicos, ingenieros, contadores, abogados… Yo me preguntaba qué profesión hay… e hice Licenciatura en Comunicación Social, rendí unos años, dos, tres, no me iba bien, luego entré y me fue mal porque no me gustaba. Fui a Rosario contrariándome, a estudiar Periodismo, me recibí de periodista, hice periodismo y no era feliz. Hasta que un día me vine a Villa María, hablo con Munch y me dijo "quedate". No podía imitar a nadie porque me había olvidado, porque los músculos se me habían puesto duros, porque ya no tenía reflejos. Ahí empiezo. En ese tiempo estaba Monky (Tieffemberg) y me hice tatuar las caritas del teatro, como diciendo "no me tengo que salir de esto". Tengo que dedicarme al teatro, tengo que hacer esto y ya no paré más. - ¿Cómo saltás a Córdoba? - Acá grabé un disco en el estudio de Claudio Martinotti, había hecho un personaje que era algo como un (Juan) Verdaguer que hacía 101 chistes malos. No sé cómo le llega al "Lagarto (Guizzardi) que pidió que me llevaran. Como yo estaba en Villa María, me sacaban por teléfono al aire de Radio Universidad. Luego salió el proyecto de LV2, me llevan allá y allí no me volví más. - ¿Cuál es tu referente en el humor y cuál tu preferido de los personajes que hacés? - Referentes tengo muchos; cuando yo dejé de hacer humor en Buenos Aires escuchaba a Jorge Rial que tenía un gran imitador que se llama Rolo Villar. Siempre lo escuchaba. El era el humorista del que yo me agarraba para decir "algún día tengo que hacer lo que hace él". Todos los años ganaba un Martín Fierro. Cuando yo decido hacer humor, que ya estaba instalado en Córdoba, La Voz del Interior le hace una entrevista a él y cuando le preguntan si conocía a humoristas de Córdoba él me menciona a mí. Yo no lo podía creer. Cuando viajo a Buenos Aires quería conocerlo, fui a cenar con él. Era un ídolo y gracias a él yo retomé el humor. Todos los imitadores me fascinan: Carlitos Russo, Mario Sapag, Nito Artaza, Martín Bossi, Ariel Tarico… También me gustan todos los personajes que hago, de la Sota me dio muchas satisfacciones con la gente, la Mona Jiménez, La Mole… (y cada vez que menciona a alguien, imita unos segundos de cada personaje y todos ríen a carcajadas). - ¿Es verdad que los humoristas hacen esto para no trabajar? (quien realiza la pregunta le solicita a Mario que se la conteste al mejor estilo Aldo Rico… y Mario accede) - Por supuesto. Te voy a contestar algo… zurdito. Mirá, sabés que pasa que… los humoristas, como los artistas… son tagarnas, son zurditos, son vagos y no hacen nada, no hacen ningún aporte a la Patria, ¿se da cuenta? - ¿Si tuvieras que brindar por algo, por qué lo harías? - Mi vida se divide entre hablar "boludeces", como decimos normalmente en Córdoba, y hablar en serio; trato de hablar en chiste, aunque eso no quiere decir que le quite la verdad a lo que digo. Puedo editorializar muchas veces con el humor. Muchas veces cuando brindo con ella (Rebeca) brindo por la paz del mundo, una "pelotudez" porque nadie brinda por la paz del mundo (risas e inmediatamente realiza brevemente un monólogo moralizante al mejor estilo de Claudio María Domínguez, que podría extenderse durante toda la noche). - Teniendo en cuenta tu trayectoria personal ¿sentís aún esa pertenencia a tu pueblo? - Yo soy de Colazo. Se los cuento con una anécdota: cuando llegué a Córdoba y hacía un tiempo que ya estaba en los medios, La Voz del Interior me hizo una nota telefónica. El periodista me preguntó de dónde era, le dije que de Colazo y me consultó dónde me inicié artísticamente, a lo que respondí en Villa María. El periodista se ve que no registró Colazo y puso que era oriundo de Villa María. Cuando volví a Colazo, casi me declaran persona no grata. Pasaron los años y mi mamá y mi tía me decían "están muy ofendidos acá con vos". Tuve que aclarar en los medios de comunicación. Una noche salíamos de actuar y paramos en Oliva y salía un grupo de chicos de Colazo que venía de una confitería y me volvieron a incriminar… Quiero decir con esto que para los que somos de pueblos chicos atreverse a decir que no sos de ahí, te ganás el rechazo de la gente. Me gusta decir que soy de Colazo y de Villa María, porque acá nací artísticamente. El dialogo fluye y Mario cuenta de qué manera cautivó la atención de Rony Vargas cuando lo fue a ver al Hotel República y en pocos minutos le disparó con una batería de 15 personajes. Esto lo hace para transmitirles a los asistentes de que en muchas ocasiones el mejor vendedor de lo que uno hace, es uno mismo. Está convencido de que hay que hacer lo que nos dé felicidad, antes que cumplir con el "mandato familiar" de ser determinados profesionales en esta sociedad en la que vivimos. El tiempo se va acortando y mientras se levantan para saludar, Mario, con la picardía de un niño que busca la atención, enlaza en un breve discurso las voces y posturas de José Manuel de la Sota, Daniel Giacomino, Juan Schiaretti, Carlos Menem, Horacio Guaraní, Carlitos "La Mona" Jiménez y Cándido Buena Letra. Entre la lluvia de aplausos culmina esta charla grupal que ha dejado en cada asistente algunas enseñanzas para valorar este camino de la palabra que han decido emprender.
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